Gonzalo Mallarino
exalumno destacado de abril
En esta oportunidad la Asociación de Exalumnos tuvo el honor de entrevistar al gimnasiano, Gonzalo Mallarino Flórez, exalumno de la promoción 1977, administrador de empresas, Máster en economía, quien después de unos años ejerciendo la administración, con gran éxito, decidió dedicarse a lo que su corazón siempre le dictó, la literatura. Hoy es un reconocido escritor colombiano, fundador de la Agenda Cultural del Gimnasio Moderno, ex procurador del Gimnasio Moderno (1998-2012), ganador de una mención de honor en el concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz en 1988 y del concurso literario Brantevilla en 1993.
Ha dedicado su vida a escribir poesía, novelas y sobre la historia del Gimnasio Moderno.
A continuación, les presentamos la entrevista que la Asociación le realizó:
Asociación de Exalumnos del Gimnasio Moderno (AEGM): ¿En qué año entró al Gimnasio Moderno?
Gonzalo Mallarino (GM): Ingresé en quinto de primaria. Yo vivía en Cali y mis papás se vinieron a vivir a Bogotá, tenia 10 años en 1968 cuando entré al Moderno junto con mis otros dos hermanos, uno menor y otro mayor.
(AEGM): ¿Qué es lo que recuerda con más cariño del colegio?
(GM): El afecto de las profesoras, caminar por el corredor del Edificio de la Primaria hacia la oficina de Isabelita, la ternura de ella y de las demás maestras cuando me recibieron. Inmediatamente uno se sentía tranquilo, acogido. Todo era luminoso, como las ventanas de los salones.
(AEGM): ¿Cuál profesor marcó su vida?
(GM): De las profesoras, a Isabelita siempre la tuve muy presente. Leonor Rozo después me ayudó mucho a entender el pensamiento matemático que yo creí que no lo tenía y ella me explicó cómo se multiplicaba, los métodos, las relaciones de la lógica, y eso fue una inmensa felicidad, eso me lo dio Leonor y siempre la recuerdo por eso… y el conjunto de maestras como Beatriz Pacheco, Marisol Ferro, en fin.
Y más grande recuerdo a Don Guillermo Quiroga, Pompilio Iriarte, El Prof, Don Agustín, el profesor Cortés de cálculo, que fueron grandes presencias en mi vida, sobre todo pasando la cima de la adolescencia, cuando uno empieza a encaminarse en una especie de sendero que parece que lo lleva a uno a las definiciones más importantes. Ellos son muy significativos y están muy presentes en la formación de mi carácter, en todo sentido. Siempre recuerdo la conexión de nuestros mayores, de lo que había detrás, de lo que estaban defendiendo ellos, del legado. Siempre tuve una inclinación muy grande por la figura de don Tomas Rueda Vargas, a quien no pude conocer, por la figura de don Daniel Samper Ortega, por la figura de los viejos Samper, por la figura de don Rafael Mallarino, mi abuelo, quien había sido maestro de literatura, de don Oswaldo Díaz, grandes, grandes maestros.
Como no tuve la oportunidad de conocerlos, lo que yo sentía era como el relente, el eco, las vibraciones de un legado muy vivo, muy emocionante, muy bello, que estaba en las cejas y en las manos de Don Agustín y del Prof, en una cosa siempre llena de bondad, sinceridad, verdad. Uno sentía la historia del colegio palpitando en ellos, en los pinos, en el pasto, en la arquitectura, era una cosa muy viva. El colegio nunca parecía adormecerse por el tiempo.
(AEGM): ¿Alguno de ellos influyó en la elección de su carrera profesional?
(GM): Claro, sobre todo Pompilio en la literatura, la imagen de Pompilio para nosotros era muy impresionante, su afecto por ciertas cosas, ciertos autores de la poesía, cierto gesto del lenguaje poético, fueron definitivos. Lo que pasa es que yo llegado el momento no tuve el valor y el coraje de escoger las letras y la carrera de escritor, a mi me daba culillo, entonces escogí administración de empresas como por escoger algo, pero lo que yo quería hacer era escribir siempre. Eso significó algunas cosas buenas y malas en vida.
Finalmente estudié administración, después hice un Máster en economía e hice carrera como ejecutivo, gerente de empresas y compañías, con la mala suerte que desde el principio tuve mucho éxito y eso me trajo después algunos problemas en lo personal, porque eso es un mundo muy duro, muy bravo y yo sabía que le estaba volteando la espalda a la otra vocación.
Hoy en día me doy cuenta de que ambas vocaciones son un poco extremas, hoy a mis 62 años yo disfruto enormemente en una Junta Directiva de una Compañía, mirando el teorema, el problema, la hipótesis de mercadeo y finanzas, todo eso es sumamente entretenido, me he ganado la vida siempre con eso; pero evidentemente pasados 20 años de hacer eso, vino a tocar a mi puerta el espíritu humanista y tuve que tomar decisiones y en un momento dado, sin soltar una cosa empecé con la otra, es decir, me puse a escribir, hice un primer libro de versos, una primera novela. Hoy en día eso tiene más espacio, pero yo le di la espalda, un poco, al espíritu humanista que era del que tenía el llamado más poderoso en mí, porque me dio culillo, pensé que no iba lograr sobrevivir en el mundo. Todo esto en una persona muy al tanto de sus debilidades y defectos, entonces yo pensé que quizá la línea recta de la administración y de la economía me pondría a salvo de si mismo, y en cierto modo eso fue verdad.
En un momento dado dejé el mundo corporativo, yo era presidente de una compañía de financiación comercial, y me fui a acompañar al Ovejo en el colegio, como Procurador y ahí seguí haciendo flujos de caja y cosas de contabilidad, pero para la cabeza del Gimnasio, que es algo muy distinto. Ahí logré tranquilizarme, pues yo estaba en una de las oficinas que era de Don Agustín, en el segundo piso, con su biblioteca, mirando a la capilla, mirando la raqueta y ahí me apacigüé un poco y encontré una manera de que se mezclaran las dos vertientes y pude escribir ya sistemáticamente y tranquilizarme un poco, gracias al colegio, nuevamente.
(AEGM): ¿Cómo fue el proceso de la creación de la Agenda Cultural?
(GM): La Agenda Cultural se nos ocurrió con el Ovejo y con el respaldo de él, yo la creé; siempre con la idea de que fuera muy abierta, de que no estuviera dirigida a grupos, ni a clubes, ni a élites, fue una cosa democrática, muy seria, como es el colegio, con sus puertas abiertas, con los pinos abiertos a toda la ciudadanía, a todo el mundo, sin elegir, sin preseleccionar, ni nada de eso.
En ese momento empecé a pensar en cada uno de los eventos, en como serían los encuentros, los festivales, la pintura, la música y así fue naciendo y naciendo.
Eventualmente, pasados los primeros años llegó Federico Díaz-Granados, lo nombramos Director de la biblioteca, luego lo llamé para que me acompañara con la Agenda Cultural y la llegada de Federico la fortaleció mucho. Por esos días me inventé las Líneas de su Mano, que es un título que tomé de Cardoza y Aragón, el escritor nicaragüense, él tiene un bello libro que se titula “Nicaragua, las líneas de su mano”, entonces yo cogí lo de abajo y llamé al festival así, pensando en que, en las líneas de la mano de cada uno de nosotros, está un poco el destino, el presente y el pasado. Lo que yo quería era que los escritores vinieran al Gimnasio y que los niños de colegios públicos y privados supieran que los escritores iban a venir a los seis u ocho meses, leyeran en su colegio las obras y luego se encontraran con el escritor y eso sería muy emocionante.
Hoy me da mucha alegría que la Agenda Cultural ha seguido, después de que me fui.
(AEGM): Para usted, ¿Qué es el espíritu gimnasiano?
(GM): Para empezar, el amor de las profesoras que hace que los chiquitos dejen la compañía y el regazo de su madre y se vayan para el colegio y estén tranquilos, esa primera sensación de tranquilidad en la primera infancia es clave para que nosotros después nos sintamos tan bien en el colegio y lo queramos tanto. En cierta forma el Montessori es una prolongación del amor maternal, se siente uno muy querido y protegido, para mi eso es parte de lo que llamamos el espíritu gimnasiano.
Lo otro sería la apuesta inquebrantable del colegio por la libertad, por la búsqueda de la idea de lo que es uno mismo, el colegio le permite a uno salir en búsqueda de eso, ¿Quién es uno?, ¿Qué cosas le da la felicidad?, ¿Qué cosas le dan miedo?, ¿Qué cosas despiertan sus sentimientos, sus cualidades?…y el colegio permite que uno haga esa búsqueda con una libertad que tal vez es poco usual, no pertenece al ámbito escolar normal, el que conocemos que tiende a ser un poco más normado, reglamentado, prescrito y a veces hasta perseguido y miedoso.
Entonces uno puede ir en búsqueda de lo que cree que es su lugar en el mundo, de lo que cree que es su sensibilidad y sus intereses intelectuales y humanos, uno sale en esa búsqueda, en un ámbito de libertad que está acordado, que no está escrito en ninguna parte, pero está en los profesores, en los grandes maestros que tuvimos.
Hay una apuesta muy grande por la libertad y eso quiere decir un margen muy amplio por la posibilidad de equivocarse y cometer errores y después la mezcla de amor, de mirada a las responsabilidades individuales en el camino de enmendarse, de mejorar, que no es otra cosa que la disciplina de confianza, mediante la cual el colegio tiene la certeza que de manera general, sobre el sistema de prueba y error, uno irá mejorando y escogerá las cosas que son buenas, bondadosas, provechosas, nobles, humanitarias e interesantes.
Resumiendo, el colegio es una mezcla de amor y libertad.
(AEGM): ¿Cuál es la excursión que más recuerda?
(GM): Yo creo que unas que hicimos en segundo de bachillerato con el profesor Rigoberto Prieto, en la que fuimos al mar, a algunas playas en los alrededores de Santa Marta, esa fue muy impresionante. Después, ya de grande no disfruté mucho las excursiones, ni fui, yo por ejemplo no fui a la excursión de la Guajira en Jeep.
Con sinceridad nunca fui un gran excursionista, ni me sentí llamado por eso.
(AEGM): Una anécdota que recuerde…
(GM): Son muchas, primero los amores por las profesoras, no se pueden revelar los nombres, pero eran unos amores dolorosísimos. Salir corriendo en el recreo para verla pasar porque venía con la recua de chiquitos detrás para el comedor o lo que sea, hacerle llegar un poema… Yo creo que eso iluminó toda mi vida del bachillerato, el amor por las profesoras, las tremendas enamoradas. Ir y tratar de presentarse con una de ellas, ayudarle en la clase y solo estar con ella, sentir el perfume del pelo, la piel de una mujer… eso era tremendo en un colegio de hombres.
Para mi están mucho más presentes las profesoras del colegio que las niñas del Femenino y la Nena Cano, yo no tuve novias en esos colegios, en cambio el amor por las profesoras, la falda, las medias tupidas, los jeans, las botas, el pelo…ese mundo de las profesoras era tremendo para mí y representó mucho en el despertar de ciertas cosas.
(AEGM): ¿Cómo identificar a un gimnasiano?
(GM): En general somos muy simpáticos, seductores y con cierto don de la palabra. Una cosa que tiene el gimnasiano desde los primeros semestres de la universidad, es que se relaciona muy fácil con todas las personas, incluyendo los mayores. Los gimnasianos tienen una cierta forma del tuteo, del respeto y del afecto que les permite identificarlos con facilidad, uno los ve y sabe que el tipo es del colegio. Se ve una cierta manera de sentirse bien, en su piel.
En general es una persona que habla con cierta gracia y con cierto sentido de las proporciones, a los mayores, a sus congéneres, a los chiquitos, y uno les ve una cierta gracia que los hace sobresalir, como si la mente les fluyera de manera muy libre, muy armónica. Eso me ha parecido que es insoslayable, cierta cosa nuestra se advierte a partir de los gestos, del lenguaje, de su relacionamiento en general.
(AEGM) ¿Cree que su paso por el Moderno definió su vida?
(GM): Por completo, no hubiera podido atravesar la vida escolar con tanta dicha y felicidad, si no hubiera sido en el Moderno. El amor por el colegio quedó sellado desde esa primera mañana, en que chiquito entré buscando la oficina de Isabelita, porque acababa de llegar de Cali, y desde el primer instante me dijeron: “usted aquí es bienvenido y sienta el cariño que tenemos por usted”, entonces el colegio ha hecho lo que soy.
No puedo dejar de lado las extensiones o ramificaciones importantes que son los amigos, mis verdaderos amigos son del colegio, todavía me sigo viendo todos los días y hablando con ellos, como si tuviéramos una historia de amor intensa y en plena vigencia: con el Ovejo, con Poli García, con el Pato Fuentes, que son el grupo mío, el “cuarteto Pailitas” que lo llamábamos.
Y la otra es el afecto o la inclinación por ese espíritu libertario y un poco más allá por esa idea de la hombría de bien, la bonhomía, el ser bueno, esa defensa de las cosas decentes y buenas, parejo con el esfuerzo, el trabajo, la obligación, las luchas que uno tiene que dar.
Una idea permanente en el sentido de que hay que vivir la vida con cierta idea de la bondad, de lo humano, de lo decente, de lo noble, antes que la mera idea del éxito y la conquista.
(AEGM): ¿Qué está haciendo actualmente? ¿Algún proyecto que tenga en mente?
(GM): Hago algunas cosillas en el mundo de las finanzas, escribo mucho más, ya no tengo una oficina propiamente, sino que tengo un espacio en el que estoy muy bien, terminé la tercera novela de la trilogía de las mujeres, este año salió matrimonio, terminé el primer borrador de la tercera que había empezado, que saldrá más o menos en dos años, o que se yo, hoy en día es impensable.
Estoy vinculado a la Fundación El Malpensante, en donde estoy haciendo algunos clubes de lectura, a fin de año alcancé a hacer uno sobre Lorca y otro sobre T.S. Eliot. Voy a empezar esta semana como profesor en la universidad del Externado, en donde yo hice el pregrado, a hacer un curso de escritura creativa y ahí estoy mezclando las cosas, a veces hago consultorías y cosas financieras. Sigo haciendo las dos cosas alternadas, pero tal vez con más tiempo para la escritura y para la literatura.
(AEGM): ¿Qué consejo le daría a los gimnasianos de hoy en día?
(FG): Que no tengan culillo como yo, que hagan desde el principio lo que creen que quieren hacer, que aun si están equivocados, eso les dará una pista sobre quiénes son, sobre cuál es su lugar en el mundo. Que gocen inmensamente los años en el colegio que son los más felices, que se acerquen mucho a sus maestros, que quieran mucho a sus amigos, que quieran mucho al colegio, siempre con bonhomía, con tranquilidad, alejándose de las cosas repelentes, altivas, soberbias que trae tanto esta cultura, pensando que lo más importante es llegar y conocer uno o dos cosas sobre uno mismo y hacerse fieles a ellas.
Que amen mucho su colegio y vean como todo les habla, los pinos, el cielo, todo les da pista.
Vivan en libertad y en el amor inmenso que corre como ríos por todas partes en el colegio, que eso hará de ellos unos seres humanos más tranquilos, más tolerantes, más clementes, más generosos y el mensaje humanista del Gimnasio Moderno es brutal. Claro que hay que saber de química y matemáticas, porque eso hace la vida más entretenida, el intelecto hace la vida más varía, sobre todo en estas épocas tan tremendas, hoy más que nunca el mensaje humanista del Gimnasio es indispensable y es tan valioso como el aire.
Agradecemos inmensamente a Gonzalo por su tiempo y su entrega para con el Gimnasio Moderno. Desde la Asociación le deseamos los mejores éxitos.
Los invitamos a ver la entrevista a continuación: