RICARDO SILVA ROMERO

Las clases del maestro y poeta gimnasiano Ángel Marcel, inspiraron, a la fuerza, a Ricardo Silva Romero a escribir sus primeros cuentos, poemas y obras de teatro cuando cumplía 15 años de edad, en sus clases de Español. En la actualidad, Ricardo es un columnista reconocido por su trabajo en diarios como El Tiempo y El País.

Silva se graduó del Moderno en 1993 y se llevó consigo la sensación de hogar, de sentirse en “casa”, sensación que repite cada vez que pasa por el colegio, un espacio que en sus palabras es un “paréntesis del mundo, el tiempo pasa de otra manera”.

En 1994 inició sus estudios de literatura en la Pontificia Universidad Javeriana, donde escribió cuentos humorísticos como «Sobre la tela de una araña», también escribió un cuaderno titulado «El libro del sol»  y en 1999, una primera versión de una obra de teatro «Podéis ir en paz».

Después de compartir con el equipo de La Cartelera algunos de sus logros profesionales, Silva nos contó cómo fue su paso por el Gimnasio  Moderno y como influyo eso en su vida personal.

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Aquí la entrevista:

La Cartelera (LC): ¿De sus profesores de Montessori y Primaria se acuerda de alguno?

Ricardo Silva (RS): Cuando llegue al colegio sólo había un Montessori, y una sola arenera, eso fue en el año 1981. Recuerdo a mi primera profesora, Beatriz, aunque no lo fue por mucho tiempo…

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 …siempre tuve buenas relaciones con mis profesoras, eran muy inteligentes y divertidas, Martha, Beatriz, Chiqui, Blanquita, Clara Inés, Maritza y Myriam, todas ellas adoradas y excelentes personas. Ya en mi adolescencia, marcó mi vida y lo sigue haciendo aún, el gran profesor “Ángel Marcel”, Pompilio Iriarte. Siempre me sedujo su identidad secreta. Hoy es mi amigo, mi maestro, mi poeta favorito y todavía le hago caso a lo que me diga, salvo cuando me propone empresas ilegales.

(LC): ¿Se acuerda Ud. de la primera palabra que escribió?

(RS): Debió ser «mamá», supongo, porque no hay sino una, pero fue en mi jardín infantil en donde empecé a escribir.

(LC): Para Ud., ¿Qué es el Espíritu Gimnasiano?

(RS): Es un humor muy extraño, muy particular, muy fraternal, que sirve para poner los pies en la Tierra un poquito antes de que uno se empiece a comer algún cuento o se sienta protagonizando una miniserie sobre su propia vida.

(LC): ¿Cuál fue la excursión que recuerda con más emoción? ¿Por qué?

(RS): Por alguna razón que desconozco, no disfrutaba las excursiones. Me gustaba participar, pero me daba jartera el tema, la preparación y la aventura. A tono con mi pereza, las excursiones de mi curso fueron quizás las más simples que haya vivido el ser humano desde que dejó de ser el mono. Sin embargo, podría decir que la que hicimos por los pueblos de Boyacá fue un panorama muy bonito, o que la que hicimos a los Llanos dejó algunos traumas que ya querrían los envidiosos para sí.

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(LC): ¿Cómo identifica a un Gimnasiano, dentro y fuera de Colombia?

(RS): Hay gimnasianos de todas las calañas, por supuesto, pero en general es gente que conserva del espacio en el que creció esa capacidad de divertirse, en el buen sentido del ejercicio. Se puede identificar a un gimnasiano del resto, porque los demás empiezan a dejarnos solos poco a poco y a morirse del aburrimiento ante nombres como «don Guillermo», «Gerardino» o «el Prof». Hay cierto humor, que lo relativiza y lo parodia todo, que comparte desde el matón hasta el marginal.

(LC): ¿Cómo fue tu paso por El Aguilucho?

(RS): Empezó en 1992 con las ediciones que dirigió Daniel Samper Ospina, que es mi amigo desde el Taller de Letras de Pompilio (o sea que la amistad está cumpliendo 25 años), y fue muy divertido desde el principio hasta el final. Creo que todas esas ediciones, las que dirigió Daniel y luego las que hice yo, fueron entretenidas y se les notaron las ganas de hacer cosas que valieran la pena. En el 93, cuando los directores fuimos Carlos Tirado y yo, nos inventamos una sección de humor que era un diario amarillista: El Palomar. Y también me hice muy amigo de Germán Pardo, que murió diez años después, pero en esa década se volvió mi hermano.

(LC): Se puede concluir que el colegio le ayudo a decidir a qué dedicarte en la vida, ¿hubo un momento en particular?

(RS): Yo estudié literatura porque siempre vi a Pompilio muy seguro de que podía meterme en eso y porque Daniel, que me lleva un año, y de ahí su calvicie más avanzada, había entrado a la carrera y me hablaba bien de las materias que había tomado. Pero supongo que lo que lo hizo más fácil, entre todos mis golpes de suerte, es que a mis papás escribir y leer les pareció y les sigue pareciendo una carrera posible. No recuerdo un día exacto, un momento exacto. Pero sí recuerdo haber tomado la decisión para leer lo que no había leído y para tomarme un tiempo antes de estudiar cine.

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(LC): ¿Cree que su paso por el Moderno definió su vida? ¿Por qué?

(RS): El colegio, en especial en Bogotá y en Colombia, lo lanza a uno a una comunidad, a una forma de ver las cosas, a unos caminos que se pueden elegir en la vida. Si yo no hubiera estudiado en el Moderno, que fue una decisión de mis papás, tan brillantes y tan libres, quizás no habría sentido que era posible dedicarme a lo que me dedico o hubiera confundido el espíritu crítico con el espíritu heroico, o qué se yo, quizás hubiera sido menos liberal o algo peor: ser hincha de Santa Fe.

(LC): ¿Qué consejo le daría a los gimnasianos de hoy en día?

(RS): Diría que la humildad, que puede llegar a perderse cuando tiene uno la suerte de crecer en semejante colegio, pero realmente se llega a la humildad por el humor: la tal «Disciplina de Confianza» es realmente la capacidad de gobernarse a uno mismo, de detenerse a tiempo antes de pasar por encima de nadie, de reírse antes de vengarse.

Terminó la entrevista contándonos que el 7 de abril presentó en compañía de su amigo Daniel Samper Ospina, en Biblioteca de Los Fundadores su última novela “Historia Oficial del Amor”, siendo el Moderno uno de sus escenarios.

Ricardo Silva

Los dejamos con los comentarios que hicieron sus compañeros de clase en la página de El Aguilucho, dedicada a su perfil en 1993, año de su graduación.

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