ALEJANDRO ESCALLÓN

 

En esta edición de La Cartelera presentamos al exalumno de la promoción 1975, Alejandro Escallón Lloreda, médico de la Universidad Rosario, e investigador de la Universidad de Miami y de la Universidad Mount Sinai, Medical Center de New York, Estados Unidos. En la actualidad, Escallón además de atender en su consultorio particular, es presidente de la Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Educación Especial, FIDES, cargo que ha ejercido desde 1998.

Aquí la entrevista:

La Cartelera (LC): ¿Cuál es su primer recuerdo del Moderno?

Alejandro Escallón LLoreda (AELL): Soy Gimnasiano de toda mi vida, desde Montessori hasta Grado Sexto. Me gradué en el año que se murió don Agustín, por lo que cargué el ataúd. Fue una ceremonia muy linda en la que los estudiantes de último año entramos al colegio y nos arrancamos el escudo, para después lanzarlo a la tumba, mientras cantábamos el Himno del Colegio, en el momento en el que bajaba el féretro de don Agustín. Fue un momento muy emotivo.

(LC): ¿Se acuerda de su primer momento en el Gimnasio?

(AELL):  Si, cuando llegue sentí terror y pánico. Me daban pánico todos mis compañeros, lloraban, pataleaban, yo no conocía a nadie y me decían que no podía llorar. Pero como es lógico, poco a poco me fui integrando. Entré a Montessori. El Moderno de ese entonces era un colegio que permitía que cada uno construyera su mundo, sus cosas. Muy interesante, estoy muy agradecido estoy con el Gimnasio por eso.

(LC): ¿Se acuerda de sus profesores?

(AELL): Sí, de casi de todos. Fanny Pinilla fue la primera. Después Cielo Duque, quien fue voluntaria FIDES, y Cristina Esguerra. Alba Rubio, a quien me la encuentro todavía. Ella era muy estricta, pero gracias a ella entendí que se necesita mano fuerte en Quinto de Primaria, año en el que los muchachos son rebeldes y necesitan que los eduquen y organicen. Todas ellas me dieron lecciones no solamente académicas, también humanas. En Primero de Bachillerato conocí al profesor Pinzón Barrera, quien nos tenía la ortografía a raya, nos hacía dictados todos los días y gracias a eso, hoy, además de todo lo que hago, escribo para un periódico para pacientes, y estoy feliz escribiendo. Después vinieron los profesores Prieto y Cortés. Los recuerdo con inmenso cariño.

(LC):  Cuéntenos sobre sus amigos…

(AELL): Yo era poco amiguero. Mi mejor amigo de ese entonces fue José Gabriel Samper Pizano, que falleció cuando salimos del colegio. Él fue mi mejor amigo, lo recuerdo como una persona muy simpática, alegre, que cantaba, era bueno en Sociales e Historia. Yo era bueno en Matemáticas, me hacia adelante de él en el salón, para que se copiara en todos los exámenes y él me soplaba todas las respuestas de Cívica. Pasábamos juntos en todo momento, en los recreos, en los exámenes, yo creo que el Bachillerato lo hicimos entre los dos.

(LC): Es tradición en el Moderno las excursiones ¿recuerda alguna?

(AELL):  Fui a todas las excursiones del colegio, en la primera fuimos a los Llanos Orientales. El año siguiente recorrimos con el profesor Pinzón Cúcuta, Bucaramanga y Boyacá. El siguiente año con el profesor Zúñiga conocimos Cali, Popayán, Tierradentro y San Agustín. Esa fue una excursión muy interesante, muy bonita. En Tercero de Bachillerato con el profesor Triana Beltrán nuestro destino fue Cartagena, Tulum, Medellín y Manizales, encantador. La excursión de Cuarto de nuevo fue a los Llanos Orientales pero esta vez a Caballo. Afortunadamente, llevé mi equipaje, mi silla, mis riendas y todo, me fue muy bien, dormimos en hamaca, perdí bastantes kilos de peso por la mala comida. Una experiencia que recuerdo con cariño. La última excursión fue al Parque Tayrona donde acampamos.

De todas, la que más me impactó fue la de los Llanos, una experiencia totalmente diferente a todas.

(LC): ¿Es fácil identificar a un gimnasiano?

(AELL): Yo creo que sí. He conocido gimnasianos extremos, inclusive hace un par de años conocí una persona importante que no tuve que preguntarle si era gimnasiano, tenía los botones del saco con el escudo del Gimnasio. Los gimnasianos de pura raza adoran a muerte el colegio, y se reúnen, piensan, hablan y respiran por el Moderno. Pero hay otros, que se notan por la forma de ser. El Gimnasio imprime un carácter, que es difícil de describir, pero es fácil de ver. Muchas veces sólo un gimnasiano entiende cómo es uno. La forma de ser, de comportarse, de saludar, de dar la mano, son una impronta, un sello indeleble que le ponen a uno en 13 años de colegio. Eso es el espíritu Gimnasiano, es una cosa que yo no lo podría describir pero que se siente.

(LC): Ahora bien, ¿cómo un médico urólogo se vincula a FIDES?

(AELL):  Mis padres ayudaron a fundar FIDES. La Fundación fue creada por un grupo de familias que tenían hijos con discapacidad cognitiva con el único objetivo de ayudar a todas las personas con esta condición en el país, con educación, rehabilitación, habilitación y terapias. Empezaron a hacer los proyectos y obviamente los hijos de los fundadores nos fuimos involucrando. Me enamoré de la entidad. Yo empecé cuando estaba en el colegio, primero como fotógrafo, luego repartía los refrigerios, después limpiaba los baños, etc.

En 1988 cuando era médico graduado y residente de urología pase por el Moderno y hablé con don Guillermo Quiroga, vicerrector del momento  y le conté que queríamos que los estudiantes fueran voluntarios de un proyecto con niños especiales, en entrenamiento y capacitación. Todo el Consejo Directivo aprobó la iniciativa y empezamos un proyecto que lleva 32 años y ha sido pionero a nivel nacional y un ejemplo importante a nivel mundial, un colegio de estrato seis en Colombia, haciendo una labor social con los estudiantes. Estamos cambiando filosofías, cambiando mentalidades.

Una vez llevamos a un grupo de gimnasianos a unas olimpiadas en Medellín y vimos que los muchachos se levantaban a las dos de la mañana a lavar, a bañar, a cambiar a los niños. Nosotros vimos que este proyecto ha cambiado y ha madurado con el paso de las generaciones.

Hoy en día estamos más involucrados con el Moderno, hay un estudiante con Síndrome de Down en el colegio. Apoyamos al Rector, a los docentes y a los de psicología para que su proceso de inclusión sea exitoso. El niño y sus papás están felices.

 (LC): Para terminar ¿qué consejo le daría a los gimnasianos de hoy?

(AELL):  El mismo consejo que le dio la mamá a Juanes, el cantante: «La vida es un ratico». Así que aprovechen al máximo lo que pueden hacer con su vida, en un parpadeo van a ser adultos y ya no van tener el tiempo para disfrutar. Hay tantas cosas por hacer, les digo que aprovechen, viajen, hagan cosas diferentes, aprovechen a hablar con sus maestros y sobretodo que AYUDEN.

JUAN PABLO LIRA

Durante el quinquenio de la promoción de 1968, tuvimos la oportunidad de hablar con Juan Pablo Lira Bianchi, importante diplomático chileno con amplio recorrido. Aunque nació en Chile, desarrolló gran parte de su carrera profesional en Colombia.

Llega a cuarto de Bachillerato en el Gimnasio Moderno, pues su padre fue nombrado embajador de Chile en nuestro país. Empezó sus estudios de Derecho en la Universidad Javeriana mientras que su padre terminaba su labor como Embajador, entonces regresó a su país donde continuó estudiando en la Universidad Católica. De allí salió más no se graduó, debido al golpe de Estado que sufrió el país austral en 1973. Dentro de sus estudios se destacan: Licenciatura en Jurisprudencia en la Universidad Central de Ecuador y una Maestría en Ciencias Políticas en la Universidad Católica de Chile. Ha trabajado en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, ha sido Embajador de Chile en Colombia, Perú y Ecuador, además Representante ante la OEA. Hoy por hoy trabaja como Director de la Agencia de Cooperación Internacional de Chile.

Esta es la entrevista:

La Cartelera (LC): En el momento en que su pie tocó La Raqueta por primera vez ¿qué sintió?

Juan Pablo Lira Bianchi (JPL): Miedo a lo desconocido, inseguridad. Yo venía de un colegio en Chile en el cual había estado por 7 años y por consiguiente sentía mucho temor. Me correspondió ser compañero de Ernesto Samper que después fue Presidente de la República, somos de la misma promoción y estuvimos juntos en La Javeriana. Felipe Guhl un gran biólogo, también el astrónomo famoso Puerta. Era un curso super normal, pero tuvimos una desgracia; estábamos en quinto o sexto de bachillerato, no lo recuerdo bien y un compañero de la otra sección murió asesinado en un asalto en la calle. Él venía de La Guajira, fue una cosa muy fuerte. Pero era otra Colombia, fuimos a Santa Marta en tren dos veces, cosa que después durante mucho tiempo no se pudo hacer por la seguridad.

Mi padre venía con sus hijos a Colombia y no dudó un minuto en que los varones vinieramos al Moderno. La verdad es que fue una cosa maravillosa porque la casa nuestra estaba en la carrera 12 con calle 71, por consiguiente caminábamos todos los días sin ninguna dificultad. Obviamente mi manera de hablar era graciosa para mis compañeros colombianos, pero además había gente que venía de Panamá a estudiar acá, gente que venía de Nicaragua y por supuesto mucha gente de otras ciudades de Colombia; gente de la Costa Atlántica, de la zona cafetera.

Llegue de Chile en cuarto de Bachillerado de un colegio católico a uno laico, con libertad de pensamiento, en el más amplio sentido de la palabra, -entendiendo que eramos unos mocosos y hablábamos cosas de no mayor complejidad – donde además había una mezcla de seres humanos que venían de diferentes lugares de Colombia y de América Latina. Y la forma como don Agustín y el Prof. Bein, nos daban una educación tremendamente libertaria, en ningún caso habría ninguna cosa impositiva, entendiendo que las normas se cumplían, que la campaña se tocaba y había que entrar a clases, que si metías la pata pagabas por eso. Naturalmente estaban vivos Don Agustín y el ‘Prof’ Bein, hacíamos paseos a Tabio, fuimos al Nevado del Cocuy cuando hicimos el viaje de final de colegio. Fue espectacular, una zona de Colombia que muy pocos colombianos conocen: las nieves y los hielos eternos, que ahora con el cambio climático me imagino que están desapareciendo.

(LC): Los profesores… ¿De quién se acuerda?

(JPL): Mi profesor de inglés, que uno lo mira ahora con el tiempo y piensa que ojalá el colegio hubiera tenido más profundización en idiomas, porque la verdad es que salíamos sin saber nada. Mi profesor de Historia, el profesor Quiroga era un tipo extraordinario, un cientista social en el más profundo sentido de la palabra. Mi profesor de Física, que por supuesto, ni esa, ni la Matemática eran mis materias, era un burro en eso. Pero al final del día todo era llevadero, hacíamos grupos de estudio, a los que íbamos atrasados en algunas materias nos ayudaban otros compañeros y nosotros a su vez ayudábamos a los otros en otras materias. Entonces nos sentimos siempre muy cómodos y bien acogidos, porque así fue la vida.

Siempre fui un muy buen atleta, era lanzador, era buen corredor y buen saltador, la foto que tengo en El Aguilucho de aquella época me sorprende porque hoy en día veo esto y me parece algo hiper moderno, en ese momento eran unas cosas muy elementales. La pista de atletismo normalmente tenía hoyos, La Raqueta también, hoy en día es otra cosa, pero eso no hacía menos el colegio.

Ibamos a Tabio, con el Prof Bein. Nos íbamos los viernes, y a nadie se le hubiera ocurrido tener el menor pensamiento negativo de que porque íbamos con un profesor o vicerrector del colegio iban a ocurrir cosas extrañas. Efectívamente tomábamos «aguardientico». Éramos unos mocosos de 15-16 años, fumábamos, cosa la cual lamento profundamente hasta ahora, porque me costó mucho dejarlo. Andábamos a caballo, disfrutábamos de esa Colombia agrícola, en cada puesto había un trozo de queso, un trozo de pan, almojábanas o arepa; cosas que uno no volvió a ver nunca.

(LC): ¿Y los amigos… ?

(JPL): Cuando se me producen las cuestiones en mi vida personal, por situaciones políticas en Chile, yo ya estaba ennoviado con quien fue mi señora ecuatoriana, porque su padre era diplomático ecuatoriano en Chile. Pero lo lógico hubiera sido que yo me hubiera venido a Colombia. Yo creo que la explicación es de pronto que yo estaba derrotado y no quise venir derrotado.

Del año 1994 al año 1997 fui embajador de Chile en Colombia, y ahí me reencontré con mis amigos del Gimnasio, además me casé con una colombiana en Bogotá y los testigos, para lo bueno y para lo malo, fueron ellos.

Tomado de: Pablo Lira (@PabloLira3) | Twitter

Cuando fui embajador en Bogotá, en el Palacio de San Carlos había gente más joven del colegio. Es más fácil trabajar con ellos porque se da una conversación espontánea, natural, de cosas que nadie más entiende; La Raqueta, la vuelta al colegio, lo que era don Agustín, son cosas que nadie más entiende. El mismo hecho de ser exalumno del Moderno, para mí ha sido una muy buena carta de presentación con mis colegas diplomáticos colombianos en 30 años de historia profesional.

Estando en esta vida bogotano/gimnasiana, yo era un muchacho de 14-16 años, me gradué muy joven. A diferencia del resto de mis compatriotas chilenos, aquí me enseñaron a bailar. Esto ha permitido que mi relación con Colombia, más allá de que mi esposa sea colombiana, es algo que me fluye con mucha facilidad.

(LC):¿Cuál era el lugar que más le gustaba del Moderno?

(JPL): Yo tengo un problema con todo lo que tenga que ver con la ornitología, me encanta la crianza de pájaros y por supuesto recuerdo a las palomas. Con todo lo bueno y malo que tienen las palomas, porque transmiten enfermedades, tienen un poquito de mal olor. Pero el lugar del colegio que más me gustaba indudablemente era el Palomar. Y el coliseo, las fiestas, la graduación, los partidos de voleibol, los días que llovía, eran allí.

(LC): ¿Recuerda alguna pilatuna que haya hecho con sus compañeros?

(JPL): Lo relacionado con la ingesta de alcohol, brutalidades que algunas no se pueden ni contar. Pero en general cosas de muchachos, normales, barrabasadas, algunos viernes íbamos aquí a la Séptima con Avenida Chile, habían unos bares de quinta y ahí vendían guarapo y tomábamos. Pero en el colegio no, en general éramos muy juiciosos. No me acuerdo el por qué, pero sí recuerdo que en Sexto de Bachillerato hicimos una huelga, una cosa bien compleja que no recuerdo exáctamente el por qué fue. Pero sí recuerdo que expulsaron a unos compañeros y después como consecuencia de este forcejeo nos graduamos todos.

(LC): ¿Era buen estudiante, sacaba buenas calificaciones?

(JPL): El premio al mejor alumno lo ganó Ernesto Samper, no existía esa competencia que es tan propia del mundo de hoy, que todo es puntaje, todo es correr y competir. Hacíamos deporte, jugábamos fútbol, hacíamos atletismo o jugábamos voleibol. Era siempre muy buena disposición.

(LC): ¿Qué es para usted el espíritu gimnasiano?

(JPL): Básicamente es la lealtad, el compañerismo, jugar siempre con cartas limpias y abiertas, naturalmente hay excepciones, es imposible que no las haya porque así es la naturaleza del ser humano. Yo recuerdo eso como algo muy fuerte, es una impronta que te queda marcada.

(LC): ¿Cree que el Gimnasio Moderno le marcó la vida profesional y/o personal?

(JPL): Mis últimos tres años, donde además uno está en la pubertad, estás empezando a ser -en mi caso- varón, te marca en muchos aspectos. Por supuesto eso es definitorio, el hecho de haber estado en el colegio y de venir a donde vengo a mis cincuenta años, no es casualidad, es porque siento una gratitud, tengo un reconocimiento, veo acá cuestiones que me son absolutamente simbólicas. Aquí hay algo que me importa y me interesa mucho.

(LC): ¿Qué consejo le daría a los gimnasianos de hoy en día?

(JPL): Fundamentalmente me estaría refiriendo a colombianos chiquitos, jóvenes; decirles que tienen un país espectacular, que la paz hay que cuidarla y conservarla. Me dio mucho gusto cuando ayer llamé y escuché a un niño que termina la llamada o el call center del colegio diciendo algo así como: «en el Gimnasio Moderno estamos trabajando por la paz», eso es decir: «¡wow, estoy en Colombia!. Básicamente, que tengan dedicación, transparencia, honestidad, que son principios que entrega el colegio y no es que lo machaquen todo el día, sino que te los van entregando en el conjunto de información que te van brindando. Eso por supuesto no es una cosa que sea exclusiva del Gimnasio Moderno, son principios generales que te da la familia, que te da el colegio y que te da el entorno, y eso ayuda muchísimo a la vida.

JUAN PABLO MALDONADO

En esta ocasión, el equipo de La Cartelera tuvo la oportunidad de entrevistar a Juan Pablo Maldonado, egresado de la promoción 2007. Juan Pablo se graduó de la universidad Jorge Tadeo Lozano en el 2011 como publicista. El mismo año ingresó a Young & Rubicam, una prestigiosa agencia de publicidad en donde creció como profesional y como persona. En Rubicam estuvo durante 5 años en los que, gracias a su esfuerzo y trabajo, ganó diversos premios.

En el 2016, luego de haberle entregado todo su potencial a Rubicam ingresó a Lowe, otra de las agencias más grandes de Colombia, en donde se convirtió director creativo de Unilever. En Lowe, junto con su equipo de trabajo, ideó durante un año “MyLine”, una iniciativa a través de la cual la gente que no tiene acceso a internet puede llamar al 6000913 haciendo una consulta y Google responderá al instante. También ideó la campaña “Invisible Woman” para El Tiempo. Esas dos campañas ganaron en junio 10 Leones de Cannes, un evento global considerado como los Oscar de la publicidad, reconocimiento máximo que una agencia publicitaria se ha ganado un mismo año en Colombia. My Line se convirtió en la idea más premiada en la historia de Colombia en Cannes, que fueron 8 Leones, Invisible Woman tuvo 2.

https://www.facebook.com/juan.p.maldonado.98

Esta es la entrevista:

La Cartelera (LC): Cuéntenos un poco del colegio, ¿en qué año entró?

Juan Pablo Maldonado (JPM): Entré en Séptimo. Mi padre es exalumno del Campestre y toda la familia de mi mamá es del Moderno. Por lo que fue una controversia la elección del colegio. En ese momento el inglés del Moderno no era bueno y el del Campestre… igual de malo. Buscando un punto medio… Escogieron Los Caobos, allá empecé.

Me fue muy mal, no era el colegio para mi. Perdí Séptimo. Cuando estaba repitiendo ese año y lo estaba volviendo a perder, la Rectora no me dio opción y elegí el Moderno. Mi papá insistía en el Campestre, pero yo tenía muchos amigos del colegio y quería el Moderno. Mi papá me dejó de hablar como un mes cuando entré, sólo me decía: «somos lindos, somos bellos, somos niños del Moderno«.

Jaime Salazar era mi Director de Grupo y ese día me cambió la vida. Ahí me di cuenta que este colegio era para mí, era yo mismo y para alguien de 15 años, es muy valioso que lo entiendan.

A propósito, me acuerdo mucho de Myriam de Cuervo porque a ella le gusta mucho la Historia. Ese año hicimos un proyecto, una biblia gigantesca sobre los mongoles, a mí me parecía súper divertido. Ella se daba cuenta de eso y me exigía más, sabía que era bueno. Me entendía.

(LC): ¿Además de Myriam de Cuervo, qué otro profesor fue importante para usted?

(JPM): Me acuerdo mucho de Alberto Gerardino, también fue mi Director de Grupo en Octavo, era profesor de Sociales. Hacía juegos de memoria, era divertido porque era un viejito, pero lo hacía súper didáctico, me marcó mucho él. Hugo Chávez también me pareció increíble, enseñaba Matemáticas, fue mi Director en Décimo, fue el único que me postuló a un premio, a la Placa del Bello Carácter, lo quiero mucho. Recuerdo a Nelson Cuervo, era tierno, lo engañábamos mucho, le decíamos: «cuéntenos una historia de alguna excursión«; entonces contaba su historia, se acababa la clase y no hablábamos de otra cosa.

Me marcó Juan Carlos Bayona, siempre me apoyó, desde el día que entré. El primer día me dijo: «usted tuvo que haber estado toda su vida acá«, «usted que hace en otra parte que no sea acá» y regañó a mis papás. Además mi tía abuela es María Helena Amador, es decir, mi familia toda es de este colegio.

Tuve muchos problemas de rebeldía y Juan Carlos siempre me apoyó. Me decía que cambiara y creo que le debo mucho a él. Y a Ember Estefenn también, él fue mi Director de Grupo en Noveno. No lo quería mucho la verdad, era un tipo raro, cortante y muy estricto. Pero en su forma de ser me dio unas cualidades que no tenía; de orden, de puntualidad, de hacer las cosas bien, de perfeccionismo. Yo creo que esos tres para mí son los que más me marcaron.

(LC): Era bueno para Sociales ¿cuál materia era muy difícil para usted?

(JPM): Era muy malo en Matemáticas, era muy malo en Química y en Física. Una vez me agarré muy duro con Nelson Cuervo. Estábamos en la Facultad y en el laboratorio, nos hizo un examen, yo no entendía, me enojé y le dije: «yo no entiendo«, y me responde: «la alegría de leer» y yo le dije: «la alegría en enseñar…«, casi me expulsan por eso.

(LC): Apropósito… ¿Hizo alguna pilatuna con sus amigos de curso?

(JPM): En Décimo, teníamos clase con Hugo Chávez. Un día teníamos examen y  por supuesto no habíamos estudiado. Alguien tenia un cassette y se nos ocurrió sacarle toda la cinta, todo el salón quedó envuelto en una telaraña. Apenas llegó Hugo, no pudo entrar al salón, se enredó y por supuesto se enojó, nos puso cero a todos.

Otra vez rompimos el techo de la Sala de Profesores cuando quedaba abajo del salón de Octavo C. El Edificio del Bachillerato estaba muy viejo y decidimos los 26, que éramos en el curso, saltar al mismo tiempo desde los pupitres. Nos pareció divertido que los profesores mientras estaban en su reunión sintieran el golpe, pero se nos fue la mano, se rompió el piso, fue grave. Me acuerdo que mis piernas atravesaron el piso y se veían desde abajo colgando. Cayeron piedras, esa fue la razón de la primera remodelación que hicieron, fue por nuestra culpa. No me siento orgulloso de eso.

(LC): ¿Conserva sus amigos del Moderno?

(JPM): Nosotros somos una promoción muy rara, no somos tan unidos. Había sub-grupos. Ahora, por ejemplo, tengo el matrimonio de Francisco Carvajal que se graduó conmigo, voy a ser el padrino. Con los del Moderno siempre que podemos nos vemos, hacemos cosas, hay muchos de mi curso que trabajan cerca de mi oficina, a veces almorzamos. La relación sigue siendo muy buena. Así no estemos juntos como otras promociones, siempre intentamos vernos.

Tengo amigos de otras promociones, por ejemplo, en Rubicam trabajé con Sebastián Sánchez de la promoción 2005, fue uno de mis grandes mentores. El colegio también ayuda a eso, él me llevaba dos años, era mi Jefe de Banda en el 2005 y me ayudó muchísimo. Me decía qué tenía que hacer, cómo lo hacía él, yo le mostraba ideas y me daba su opinión. Sebastián me ayudó muchísimo, le debo mucho. En Lowe trabajo con Daniel Henao, promoción 2010 y otros de varias generaciones. Trabajar con gente del Moderno siempre es chévere, es volverse a conectar.

(LC): Hizo parte de la Banda… ¿Cómo le fue?

(JPM): Yo entré al colegio en Séptimo, no era nadie. Samper era el Jefe de Banda en ese momento. En mi anterior colegio veía que las bandas del Campestre y del Moderno iban a tocar y quería estar ahí, me parece increíble, la música me encanta. El día que entré, muchos amigos míos estaban en la Banda y me invitaron al ensayo hablé con Soto, que en ese momento era el Jefe de Liras. Mis amigos me enseñaron una canción, hice la audición y logré entrar. Casualmente a la semana íbamos a ir a Caobos, volví a mi anterior colegio una semana después de irme como parte de la Banda.

Me gusta de la Banda porque uno es su propio jefe, no habían como tal profesores, la responsabilidad de aprender de compañeros de otros cursos, era disciplina a partir de algo en lo que no hay control. Todo el mundo era juicioso. A mi me gustaba y me gusta mucho proyectar mi vida a corto plazo, si entré a liras, luego quería estar en timbas, lo logré en noveno, después quería ser Jefe de timbas y en mi año lo conseguí. Nuestra banda era malísima, nos fue mal, afortunadamente en el 2006 ganamos. Amaba la banda, amaba quedarme, no tenía problema en quedarme hasta las 11 o 12 pm, mi instrumento lo cuidaba, era muy bonito ese sentimiento de propiedad que inspira la Banda.

(LC): ¿Fue parte de algún Comité?

(JPM): En Once me volví el presidente del Comité de Publicidad con Márquez, desde siempre nos gustó mucho el diseño, hacer cosas diferentes, intentamos algo hacer algo diferente. Ahí empecé a darme cuenta que hacer las cosas diferentes era mejor. Tengo mucha familia publicista y siempre me ha gustado, pero en el Moderno me di cuenta de que esto era lo mío, entrar en un computador y empezar a diseñar me gustaba mucho.

(LC): ¿… Y las excursiones?

(JPM): En Séptimo fuimos a Pereira, esa fue la primera excursión de mi vida, me abrió ese panorama de conocer Colombia. Después, en Octavo fuimos a Villa de Leyva a caballo, fuimos el primer curso que lo volvió a hacer. Fue largo siete días hasta Villa de Leyva y después nos devolvimos en bus. En Noveno nos fuimos a Nuquí y a Gorgona en barquito. Fuimos con los otros Novenos: A y C, éramos muchos en un mismo barco, para mí fue buenísimo porque casi todos mis amigos eran de «A» y no de «B». El barco me daba mareo, pero las playas eran increíbles. En Décimo fuimos al Amazonas, en época del Mundial 2006 y no podíamos ver muchos partidos. En Brasil nos tocó un partido Brasil-Croacia muy chévere. También tuvimos que caminar por casi quince horas con una mochila, no era como la excursión de Amazonas de otro colegio, acá era si llegaba la noche ponga toldillos, pongan las hamacas. Nos quedamos una noche en un hotel bueno, ya estábamos muertos. En Once nos fuimos a Egipto. Esas fueron las excursiones, eran buenísimas, esos momentos de integración con el curso, con otros cursos.

https://gimnasiomoderno.edu.co/gimnasio/historia/2004-2013/

(LC): ¿Cree que el Moderno le marcó la vida?

(JPM): Totalmente, yo soy una persona diferente después del Moderno y sigo intentando mantener lo que aprendí en el colegio en mi vida profesional y me he dado cuenta que me ha dado muchos frutos bastante grandes. Por ejemplo, si uno es constante, tiene algo en la cabeza y es algo que quiere, tiene que explotarlo. Eso es algo que me enseñó el colegio, me enseñó una parte de amabilidad y de ser humano antes de jefe, porque yo manejo mucha gente y mis reinados no son de tiranía sino de apoyo. A mi acá me enseñaron que yo tengo que tratar bien al jefe, como a el portero. Incluso ahora que llegué estaba ‘Pedrito’, me saludó por el nombre, se acordó de mí, me gradué hace once años y se sigue acordando. Me gusta es ser buena persona, ser querido con todo el mundo, yo no me creo mejor que nadie, soy entregado a mi trabajo y nos ha ido bien y eso me lo enseñó el colegio y creo que me ha dado frutos en mi carrera desde la universidad, pasando por Rubicam, ahora en Lowe y después lo que se venga.

(LC): ¿Qué es para usted el Espíritu Gimnasiano y la Disciplina de Confianza?

(JPM): Para mi la Disciplina de Confianza es ser responsable sin tener a alguien encima, que yo creo que es lo más valioso que uno puede tener cuando uno ya crece. Yo no necesito un general, no necesito una persona con una pistola que me esté diciendo que hacer, sino que yo mismo aprendo mis tiempo y me organizo para saber que tengo que responder por cosas que eventualmente son para mí. Yo creo que eso es lo que el Moderno y la Disciplina de Confianza le imprime a uno.

El Espíritu Gimnasiano es muy grande, de compañerismo, de estar siempre para el otro, de ser el mejor que uno pueda ser en lo que uno haga, sin importar lo que sea. Para mí lo más importante del colegio fue eso y lo que yo siempre me llevo del espíritu del Moderno es, sea como sea pero sea el mejor.

(LC): Y para terminar… ¿qué le quisiera decir a los gimnasianos de hoy en día?

(JPM): El único mensaje que yo les puedo dar es que aprovechen mucho el colegio, se acaba y es muy triste, llega la vida real, que lo aprovechen mucho pero sobre todo que pongan en práctica todo lo que aprendieron en el colegio, disfruten el colegio al máximo, si son gimnasianos acá dentro y afuera, les va a ir muy bien.

SANTIAGO ESPINOSA PIÑEROS

En esta ocasión, el equipo de La Cartelera tuvo la oportunidad de recibir a Santiago Espinosa Piñeros, exalumno de la promoción 2002, amante de la escritura y la literatura. Graduado de la Universidad de los Andes de Filosofía y Literatura y con una maestría en Filosofía y Educación, ha tenido la oportunidad de escribir y publicar varios libros, entre ellos “El Movimiento de La Tierra”, un libro de poemas que ganó el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines.

Actualmente, debido a su amor por el colegio, trabaja como profesor y coordina la Escuela de Maestros y trabaja en pro de la educación. Pero dejemos que sea él quien nos cuente su historia:

(LC): ¿Cuál es su primer recuerdo del colegio?

Tengo los mejores recuerdos del primer día. Algo difusos como es natural, fue hace 30 años, pero las instantáneas que tengo son soleadas y felices. Con una presencia muy marcada de la naturaleza. No me acuerdo muy bien del primer momento en el Gimnasio Moderno, pero mis padres me cuentan que al finalizar la inducción del primer día, yo no quería irme del colegio. Y de algún modo lo he cumplido. Además siempre he asociado estos espacios con una sensación de libertad.

(LC): De esos primeros años en el colegio… ¿Se acuerda de algún profesor?

Pienso en Wilma Bernal, la profesora que me enseñó a escribir. Cuando me preguntan por las cualidades del maestro ideal yo pienso en la alegría de Wilma y la pasión por aprender que nos trasmitía. Todo lo que he escrito después, se lo debo de algún modo a ella. Posteriormente estuvo don Guillermo Quiroga, por supuesto, un ser excepcional, de una coherencia asombrosa entre lo que decía y lo que vivía. Don Guillermo era la misma persona en la clase y afuera de la clase, siempre era un maestro. Donde quiera que esté ahora, seguro les estará hablando a los niños de historia o de literatura.

Otros profesores que me marcaron profundamente, fueron Daniel Samper Ospina y Pompilio Iriarte, dos grandes maestros. También Jorge Iván Parra. Ellos me ayudaron a amar la literatura y los libros, que son una de las mejores cosas de las que uno puede enamorarse. Pienso que todas las personas son en cierta medida, para bien o para mal, el resultado del trabajo invisible de sus maestros.

De los primeros años también recuerdo a los amigos, a todos, especialmente a Federico Suárez, abogado y profesor del Externado, y a Alejandro Cárdenas, que también trabaja en el colegio como coordinador del Área de Música. Para mi ellos dos son el ejemplo de aquellas amistades que persisten.

(LC): Le iba bien en español…

(SE): Sí, pero las clases de sociales también me fascinaban. La geografía, los mapas. Uno de los momentos más decisivos para una persona es cuando descubre que hace parte de una historia, nada vuelve a ser lo mismo. También me gustaban mucho las clases de Física, la entropía, la materia oscura, hay tanta poesía en estas cosas. Para hablar de la literatura tendría que decir que para mí la experiencia del Aguilucho fue determinante.

Me sentía libre en El Aguilucho cuando escribía. Puedo dar fe que nunca ha habido censura. Eso implicaba una responsabilidad, aprendíamos mucho de las equivocaciones. Aprender que la comunidad es un asunto frágil, que hay que cuidar nuestro lenguaje, respetando cada una de nuestras palabras, que hay que aprender a aceptar las diferencias que nos son propias, es una de las grandes lecciones para vivir en democracia.

(LC): ¿En qué materia no le iba tan bien?

Química no era mi materia favorita, de pronto por la manera en la que la aprendimos. Era algo muy memorístico, no se nos explicaba su propósito. ¿Se imagina que hubiéramos aprendido estas mismas cosas en la cocina, en el contacto directo con la naturaleza? Rimbaud decía que la poesía es una forma de la alquimia.

A mí me gustaba jugar fútbol, era muy malo, pero me gustaba. En algún momento fui parte de la Selección. Cuando estaba en la Primaria nos metimos a un equipo que se llamaba Los Benjamines. Ahí dejaban entrar a todo el mundo, inclusive a los más malos como yo. Después las diferencias se hicieron evidentes.

(LC): ¿Le gustaba la banda? ¿Tocaba algún instrumento?

(SE): Sí, yo estuve en la banda, primero en los platillos y después en granaderas. El dilema que se me presentó después fue si seguía dedicándole tanto tiempo a la banda, o si ese mismo tiempo se lo dedicaba a la escritura y al Aguilucho. Y bueno, los libros se impusieron.   

(LC): De las excursiones ¿cuál fue la que más le gustó?

(SE): Yo creo que las excursiones son uno de los grandes tesoros de la pedagogía de este colegio. Son los mejores recuerdos que yo tengo del Moderno, donde más aprendíamos del país y la diversidad, donde vivíamos la amistad. Esa era una época muy difícil en el orden público, no hace falta que lo recordemos, esto afecto mucho a las excursiones. Sin embargo, tengo los mejores recuerdos de un viaje a San Agustín y al Amazonas. Por supuesto la excursión de 11, a Machu Pichu y al Lago Titicaca. Estoy seguro que hay una parte de nosotros en esos caminos, a todos nos marcó tan profundamente esa experiencia en la montaña, al lado de las comunidades. 

Fuimos los primeros en salir del país. Después yo siento que esta idea de las excursiones comenzó a diluirse en el paseo con lamentable frecuencia. Que son maravillosos, claro, yo mismo he estado con los estudiantes en Europa algunas veces, pero la verdad es que si me dieran a escoger yo me quedaría con nuestras excursiones originales. Por fortuna este espíritu se está recuperando. Recientemente tuve la oportunidad de acompañar a los estudiantes a la Guainía, es uno de los lugares más bellos y alucinantes que yo haya visto.

En las excursiones se crean amistades, pues son un proceso de conocerse, son tiempos de estar solos, sin los papás, sin la regulación, 24 horas juntos. Incluso Federico Suarez, mi mejor amigo del colegio, sigue siendo uno de mis amigos entrañables. Yo a Federico lo conocí cuando teníamos cuatro años. Él ahora es un abogado muy prestigioso, profesor del Externado, constitucionalista. Pero no pasa una semana sin que nos hablemos. Esto también me pasa con el profesor Alejandro Cárdenas. Lo más importante de estas amistades es el humor, cada vez que nos vemos recordamos estas cosas que vivimos en el colegio con mucha gracia. Pero también estaba la pasión que nos despertaba este colegio por conocer, y yo diría que por transformar una realidad.

Cuando nos volvemos a ver con los compañeros del curso, se renueva algo especial. Claro que muchas cosas han cambiado. Pero uno siente que en la mitad de la conversación está el camino, la montaña, lo que vivimos en las excursiones. También la arquitectura de este colegio, sus espacios dejan un sello muy particular en todos los que estudiamos aquí.

(LC): ¿Y ese ser gimnasianos es fácil de identificar?

(SE): Quisiera pensar que el Moderno es un colegio donde las personas se forman para la autonomía, para no tragar entero. Una autonomía que no termina con uno mismo, por supuesto, sino que es el comienzo de una enorme responsabilidad con los otros. En los estatutos hablaba don Tomás Rueda Vargas de un liderazgo bien entendido. Y el Gimnasio Moderno le ha aportado a la sociedad algunos de estos líderes. Me gustaría que esta transformación curricular en la que está el colegio, todo este esfuerzo que estamos haciendo desde la Escuela de Maestros, con el Sabio Caldas, con la formación, les ayude a los egresados como grupo, ocupen los roles que ocupen, y no sólo en un puñado excepcional que tienen todas las promociones.

(LC): ¿Qué le diría a los gimnasianos de hoy en día?

(SE): Que encuentren un propósito. Sócrates hablaba de una vida que merezca ser vivida.  Habría dos maneras de educarse, una es simplemente cualificar a unos egresados para el mundo del consumo. La otra es educar a esos mismos jóvenes para construir entre todos un país mucho más imaginativo y sensible, menos injusto, menos violento, menos brutal respecto a los ambiental. En la educación están consignadas todas esas esperanzas. Yo quisiera que los estudiantes entendieran eso un poco más. Por supuesto que algunos lo entienden, pero no todos.

Cuando yo publiqué mis primeros poemas El Aguilucho, espantosos, por supuesto, lo más probable era que los maestros me dijeran que yo no tenía ningún talento para la escritura. Pero los profesores del Moderno me apoyaron, creyeron que si alguien podía convertirse en escritor con trabajo y con esfuerzo. Mi sueño no era ser un tipo rico ni poderoso, mi sueño era escribir, compartir con los estudiantes los libros que me cambiaron la vida. Y eso es lo que hago todos los días.  Los grandes maestros son irrepetibles, Pompilio, Wilma, Don Guillermo Quiroga. Al menos quisiera que mis estudiantes me recuerden como una persona tremendamente apasionada por las cosas que enseñaba.

(LC): ¿Algo más que quiera decir como ex alumno del Gimnasio Moderno?

(SE): Que en el Moderno hay un equipo de trabajo extraordinario, que está trabajando todos los días para que el Moderno esté a la altura de los retos y de su historia. Nunca, como profesor o como estudiante, había vivido un Gimnasio Moderno una dinámica tan especial, tan abierto al diálogo, con tantos proyectos tan emocionantes como los que tenemos ahora.  

ALFREDO IRIARTE NÚÑEZ

El equipo de La Cartelera, recuerda la entrevista hecha al importante escritor, historiador y cronista colombiano Alfredo Iriarte Núñez (1932-2002), en su edición de 1994.

Gimnasiano de la promoción 1950, publicó sus primeros artículos en “El Aguilucho”. Luego cursó algunos semestres de derecho en la Universidad del Rosario. Y más tarde, trabajó en la Flota Mercante Grancolombiana y en Seguros Bolívar, hasta llegar al cargo de vicepresidente. Paralelamente a su trabajo como ejecutivo, Iriarte se dedicaba a escribir en las noches.

Esta es la entrevista:

Alfredo Iriarte (AI): Tengo de mis años gimnasianos los más gratos recuerdos, lo cual no es incompatible con la convicción que me asiste de haber sido, como el que más, un alumno absolutamente atípico de esa institución.

En primer término, no ingresé al Gimnasio, como la mayoría de mis condiscípulos, a las aulas de Montessori o del Decroly, sino a tercero de Bachillerato, como consecuencia de haber sido expulsado de un importante colegio de religiosos por hereje, vale decir, por liberal. En ese punto comenzó a configurarse la mencionada atipicidad. Ya a la sazón tenía aún viva la manía de polemizar con curas, por lo cual, desde mi ingreso a las aulas, me convertí en el dolor de cabeza de nuestro profesor de religión, que era entonces el presbítero Rafael Gómez Hoyos, con mis controversias encarnizadas. A Gómez Hoyos lo sucedió el sacerdote Julio César Orduz, con quien las discusiones fueron aún más largas y pugnaces.

La Cartelera (LC): ¿Por qué tal atipicidad?

AI: Yo creo que el gimnasiano clásico tiene y siempre ha tenido un perfil muy definido. Era y es estudiante ejemplar, con una formación muy equilibrada que demuestran sus notables calificaciones, tanto en ciencias como en matemáticas y humanidades. Es, además, un sobresaliente deportista, paradigma de la MENS SANA IN CORPORE SANO. Por supuesto, vale anotar que, aunque disciplinado y atento a todos los campos del saber, sus preferencias suelen inclinarlo un poco más al campo de las ciencias físicas, naturales y matemáticas. Yo, por mi parte, fui la perfecta contrafigura de todo eso. Y vamos por partes. Mis relaciones con la gimnasia, los deportes y toda laya de esfuerzos físicos han sido las menos cordiales del mundo. Siempre he creído que la natación es un ejercicio de peces y no de humanos y que los únicos contactos de éstos con el agua deben ser beberla, asearse con su ayuda y surcarla en grandes y cómodas embarcaciones. También me ha parecido insensato que dos hombres o mujeres se disparen de lado a lado de una red con una bola a raquetazo limpio o que veintidós varones corran detrás de otra como dementes durante noventa minutos, pudiendo tener cada uno la suya, con la sana finalidad de quedar todos en paz. Por todo ello, las horas de educación física fueron para mí siempre un tormento atroz, de lo cual jamás se apiadaron mis desalmados profesores Castro, Numael Hernández y Salvador Joseph, cuyo sadismo llegó hasta el extremo de rajarme en esa materia en cuarto de bachillerato y obligarme a habilitarla, mediante una serie de flexiones y otros movimientos que provocaron la hilaridad de los que por azar estuvieron cerca del grotesco espectáculo.

Odié a muerte las excursiones extra urbanas que eran (no sé si aún lo sean) sagradas en esa época. Desde mi primer año de Gimnasio puse a funcionar la imaginación para eludirlas con excusas felizmente afortunadas. Y lo hacía movido por mi convicción de que trepar montañas es oficio de cabras y hacer caminatas infinitas a campo raso, cosa de reclutas o refugiados de guerra. Pero al fin de llegó el gran fiasco, que fue como una especie de revancha de destino. En quinto de bachillerato se programó una excursión  especialmente diseñada para mí. La primera etapa era Bogotá-Cali por tierra. Un día en esta ciudad y luego Cali-Popayán en tren. Uno o dos días en la capital caucana para luego seguirá Pasto en un bus infame. Dos días en Pasto, luego Ipiales y Tulcán y retorno a Bogotá por la vía aérea. Nada que objetar, por suerte, puesto que nada se avizoraba en el programa de regiones selváticas, ríos traicioneros, culebras, mosquitos, caballos y tantos otros horrores que tanto apasionaban a mis compañeros. Así que partí encantado. Los Primeros días fueron exquisitos. En Popayán estuve feliz. Me separé del grupo para visitar las maravillas de arte religioso que albergan sus templos y me uní para una visita a la que nos invitaron a la Casa Museo de Guillermo Valencia, cuyo hijo Álvaro Pío nos guio con suma amabilidad. Recuerdo que yo, de puro sapo, estuve todo el tiempo al lado de Álvaro Pío para recitarle algunos versos de su padre, demostrándole así mi erudición.

Y llegamos a Pasto. Todo parecía normal hasta que una tarde, mi querido e inolvidable profesor Arturo Camargo (q.e.p.d.) nos convocó en el Hotel Pacífico, donde nos alojábamos para notificarnos que a la madrugada siguiente iniciaríamos ascenso hasta el propio cráter del volcán Galeras. Hubo alborozo en el grupo. Yo quedé petrificado, pero ahí mismo me empezó a funcionarla mí imaginación.

Eran las cinco y media de una madrugada gélida cuando el grupo de intrépidos alpinistas salió del hotel rumbo al cercano pueblito de Anganoy, donde nos esperaba un baquiano indígena que subía a diario hasta el cráter y que con seguridad habría humillado a los conquistadores del Everest. Jamás olvidaré su nombre: Ulpiano Patascoy.

Una vez llegados a las primeras estribaciones del Galeras yo, sereno dentro de mi desesperación, comprendí que el único recurso que me quedaba era el de conseguir la complicidad de por lo menos un desertor, o acaso dos, y emprender cuanto antes el regreso a Pasto mientras el esforzado contingente se perdía en lontananza, jadeante y dichoso. Valga la inmodestia, pero esta rápida pesquisa fue una obra maestra de psicología empírica. En un momento  dado llamé a Ramiro Jaramillo y a Camilo Pombo (Q.E.P.D.), y los disuadí de la empresa suicida de corona el volcán. Para mi grata sorpresa, no tuve que hacer mayor esfuerzo. Al cabo de pocos minutos estamos descendiendo el corto trecho que habíamos remontado. Llegamos al hotel, nos metimos al bar y pedimos una botella de ron. Cuando a la tarde regreso el profesor Camargo a la cabeza de sus bravos montañitas, se topó con un deplorable trio de beodos que juraban a morir primero que asomar sus cabezas a la boca del cráter. El profesor Camargo guardó silencio.

Abdon Espinosa (izquierda) y Ernesto Samper (derecha).

Pero llegamos a Bogotá y habló con don Agustín. La represalia no se hizo esperar: ocho sábados consecutivos resolviendo ecuaciones de segundo y tercer grado en el comedor del colegio. Desde luego, yo no acerté con una sola. Camilo y Ramiro me hicieron piadosamente el trabajo. Por supuesto, no puedo terminar este relato sin recordar que el tiempo me dio la razón cuando hace muy pocos año, una repentina erupción del Galeras sepultó unos aguerridos montañitas que se entrometieron en sus terrenos en pos de no sé qué evidencias científicas.

En suma, todo este conjunto pintoresco de atipicidades; mi lucha tenaz y persistente con los profesores de matemáticas por demostrarles que las letras se inventaron para formar palabras y no para sumarlas y dividirlas; mi jartera invencible por la química y la física, no solo no empañan sino que cada día realzan más el afecto con que a menudo vuelvo los ojos hacia mis recuerdos gimnasianos. Porque tampoco puedo olvidar el encanto de mis clases de historia y de literatura con los profesores Pérez, Jara, Peñuela, Díaz Díaz, Prat, Bernal; ni mis actuaciones con el grupo teatral en el Fernández Madrid; ni las audaces innovaciones que introduje como director de El Aguilucho; ni a esos queridos bachilleres de 1950 que fueron, son y seguirán siendo mis hermanos del alma.

ARMANDO VEGALARA ROJAS

El conocido empresario Armando Vegalara Rojas, exalumno de la promoción 1965, recibió en días pasados al equipo de La Cartelera, en su oficina de la calle 72, para en una agradable charla, recordar apartes de su paso a través de la cerca de pinos.

Economista de la Universidad de los Andes, con postgrados en Macroeconomía y Desarrollo Económico en Oxford University. Fue gerente de división de Casa Toro S.A., gerente general de Finanzauto S.A. y presidente de Finandina entre 1989 y 1992. Presidió a Coinvertir entre 1992 y 1993. Pertenece a la junta directiva de Aseguradora y Capitalizadora Grancolombiana, Casa Toro, Motoryza y Banco del Estado. Vegalara fue presidente de Financiera Andina (Finandina), gerente de Finanzauto, miembro de varias juntas directivas como las de. Anteriormente se desempeñó como asesor de Planeación Nacional, jefe de evaluación del programa DRI, e investigador de la Oficina de Planeamiento del Sector Agropecuario (Opsa). Profesor de las Universidades Nacional, de los Andes y Tadeo Lozano. Hoy se desempeña como consultor financiero.

Esta es la entrevista:

La Cartelera (LC): ¿Cuál es su primer recuerdo del Gimnasio Moderno?

Armando Vegalara Rojas (AVR): Yo entré en 1954 a segundo Montessori. Fue divertido, porque por alguna razón mis papás me inscribieron al Gimnasio Campestre y en esa época quedaba como en el campo y yo llegaba a la casa totalmente embarrado, pues tenía unas quebradas. Mi mamá vivía desesperada  y mi hermano que había estado en el Moderno, en el Internado, acaba de regresar de los Estados Unidos y entró a la Facultad de Economía de Administración que había en el Gimnasio, y convenció a mis papás y me pasaron al Moderno. Arranque en segundo Montessori, muy contento.

En ese año tuve una experiencia bastante difícil porque al lado de la Facultad de Administración, donde está la Primaria hoy en día, hacia la parte occidental, Bollo y Bolla, unos personajes muy conocidos en esa época que vendían los dulces, se paraban en la puerta del colegio, por la calle 74 y todo el mundo les compraba. En mi curso teníamos un Club de Ahorro, y ahí cometí el error de echarle la mano a la caja, lo cual fue gravísimo, se armó una gran reprimenda, con toda la razón, pero yo quería repartirle los dulces a mis amigos, eso no gusto nada y mis papas fueron citados al colegio con don Agustín y el Prof. Y bueno, en un momento dado consideraron que yo no era el candidato apropiado para el Gimnasio. Pero el Prof. dijo que no, que me dejaran, que no era para tanto y me perdonaron la vida.

Esa fue una lección muy importante para mi vida,  fue una reflexión sobre algo muy mal hecho y naturalmente la aprendí muy bien la lección. Yo era un poquito desaplicado al principio, me gustaba jugar fútbol, patanear. Nosotros teníamos una cancha de fútbol chiquita, al lado de salón, la profesora de ese momento era María Elena Uribe de Santa María, amiga de mi hermano mayor, y se dio a la tarea de organizarme y formarme como el mejor estudiante. En verdad que lo tome muy a pecho, estudié muchísimo desde entonces,  fui muy buen estudiante, me gane las copas, unos logré buenos promedios.

LC: ¿Cuál era la materia que más le gustaba?

AVR: A mí me gustaban todas las materias. Realmente no tenía predilecciones. En Quinto, Sexto de Bachillerato tuve la suerte de tener una clase con el Prof. Bein, clase de Filosofía. Me acuerdo muy bien verlo llegar con un libro gordo del padre Julián María y me fascino esa clase, era un reto intelectual permanente y el Prof. nos ponía a pensar y discutir, era extraordinario.

Me gustaban las clases de francés con el profesor Cardozo que todo el mundo se burlaba de él por su pronunciación. Tenía un carácter muy fuerte y todos le tenían chistes al profesor Cardozo, yo aprendí muchísimo con él. Teníamos un profesor de Química buenísimo, el profesor Pinzón, creo, le decíamos MOL, estrictísimo. Después del colegio terminábamos tomando aguardiente en los laboratorios, la pasamos muy bien.

Los profesores relevantes fueron María Elena Santa María, Pinzón, Cardozo y don Guillermo, nuestro Director de Curso, el director nuestro en Sexto, se enfermó, se fue, entonces don Guillermo entró a mitad de camino. Yo seguía siendo buen estudiante, ese año, en la nominación para la  Copa del Esfuerzo, me nominaron los otros profesores se opusieron, “Vegalara ya se la ganó, ese no…”, muy frustrante. Un día, con los años don Guillermo, profesor también de mis hijos también, me contó la historia, pero claro como era una persona nueva, se lo pasaron por alto.

LC: ¿En qué materia fue malo?

AVR: Siempre me iba bien en todo, la verdad nunca tuve dificultad. Hubo un cambio importante, el paso de Segundo de Bachillerato a Tercero. Empezábamos a ver Algebra y Geometría, era un pensamiento abstracto sobre todo Geometría era muy difícil, eran todos los teoremas, al principio tuve dificultad pero supere bien.

Yo tenía una mezcla de ser muy nerdo, pero al mismo tiempo me gustaba la calle, la noche, me gustaba apoyar la gente. En Tercero de Bachillerato, yo ya había superado las pruebas, me levantaba temprano, cogía el troli, porque yo vivía en el barrio La Soledad, para llegar a las 7:00 am al colegio y apoyar de 7:00 a 8:00 am a varios compañeros míos. Eran mis alumnos, en Sexto tenía una especie de kínder. Yo vivía en una casa grande y mi cuarto era espacioso. En la época de los exámenes de Sexto de Bachillerato, todo el mundo quiere pasar el año, todo mundo quiere graduarse, me acuerdo que yo llegaba con cuatro amigos a mi casa, los mandaba a dormir y me ponía a estudiar  que preguntas nos van hacer y las respondía, después que tenía sistematizadas las respuestas los despertaba, “¡hora de clase…!” De 12:00 m a 2:00 am estudiábamos, de 2:00 a 4:00 rumba y al otro día a las 8:00 de la mañana, estudiar, todos pasaron, fue muy divertido. El equilibrio entre la vida personal y la académica.

A mí me tocaba traficar con mis conocimientos, cuando entre a la universidad, seguía siendo estudioso, no muy hábil para el baile o para conquistar niñas, ni para hablar. Entonces mis amigos eran plantadísimos, yo les enseñaba y ellos me llevaban a las fiestas, fue muy divertido.

Todo eso lo llevo a estudiar Economía en la Universidad de los Andes y me gané una beca de la Fundación Ford. Fuimos una generación muy influenciada por los acontecimientos que estaban pasando en el mundo, Mayo del 68 en París, la Guerra de Vietnam, los Beatles, el jipismo, prohibido prohibir, imaginemos lo imposible.

LC: Una parte importante de la formación en el Moderno son las excursiones ¿recuerda alguna?

AVR: Fueron lo máximo, la que recuerdo con mayor emoción fue la de Sexto, fuimos al Urabá. Llegábamos luego del tramo entre Medellín y Quibdó en bus, en el que atravesamos unas trochas muy complicadas. En Quibdó nos embarcamos en unas barcazas por el río Atrato hasta el Atlántico y Cartagena. En papá de Eduardo Soto, era un personaje muy importante, presidente del Banco Colombia, nos invitó a su casa, nosotros no teníamos mayor plata y esa casa en Cartagena era una oportunidad maravillosa. Fuimos al casino y ganamos, con eso logramos una estadía de una semana en Cartagena.

Las excursiones son las mejores cosas que tiene el Gimnasio Moderno, porque son la oportunidad de conocer cosas nuevas y valerse por sí mismo, sensacional.  

LC: ¿Alguna Pilatuna?

AVR: Muchas pilatunas, yo me crie en la calle de muy chiquitico, llegaba a la casa de 6 años, dejaba mis libros y salía a ver mis amigos del barrio, habían varios gimnasianos como Manuel Rodríguez, el Mono Buendía, varios, en La Soledad. Nosotros nos reuníamos en el Parkway. Ahí jugábamos. Tenía una bicicleta que había reconstruimos de unos escombros de mi casa y con mi amigo Juan Manuel Pardo íbamos al anfiteatro de la Universidad Nacional a ver a las muertas.

Otra pilatuna nuestra fue cuando estábamos en Primaria y se jugaba la copa Adelaida con las del Femenino, ellas se sentaban alrededor de la cancha de tenis. Nosotros nos inventamos el negocio de alquilar comics, pero no eran comics, eran revistas Playboy, nos iba divinamente, hasta que fuimos pillados y nos llamaron la atención.

LC: ¿Qué lugar del Gimnasio Moderno, le gusta más?

AVR: El Edificio Principal era un clásico, todos los lunes nos reunía don Agustín y nos echaba un discurso de una hora, el Teatro Fernández Madrid, el zarzo y el caimán, siempre era una aventura subir al zarzo. El Prof. tuvo una clase que fue una maravilla, se llamaba Apreciación Musical, al pie de su oficina estaba el salón de música, estaba medio aislado, nos ponía música clásica y nos decía que instrumentos escuchamos. Y el Edificio de Sexto, lo hacía sentir a uno como grande, la otra cosa divertida que tenía era

El Cubierto también fue importante, aunque con el tiempo se volvió un poco obsoleto, pero al principio nos tocó el gimnasio recién construido tenían unas paralelas, unas barras que eran para hacer ese tipo de deportes y era divertido también.

LC: ¿Algún apodo?

AVR: Me decían Pegas, se burlaban de mí. Yo nací en Baltimore, USA, me decían Boool y el otro no lo puedo decir.

LC: ¿Sus amigos son los mismos del colegio hoy en día?

AVR: Tengo algunos amigos del colegio, pero yo tengo diferentes grupos de amigos la verdad. Siempre tuve amigos en el otro curso, esa rivalidad de que usted es de otro curso, yo nunca estuve en esa realidad y toman del pelo y todo, siempre tuve buenos amigos de lado y lado. Una cosa bonita del Espíritu Gimnasiano es, cuando uno sale al mundo profesional, de la vida universitaria y que ya las cosas cambian, uno siempre reconoce al gimnasiano por ese trato que siempre tiene, te integran muy fácilmente, como de compinchería y código secreto, es algo que identifica, obviamente todos no son así pero en general sí, hay unos que creen que por ser gimnasianos uno es de un grupo privilegiado. El gimnasiano que  tiene la cultura gimnasiana metida en su ADN.

LC: ¿Qué piensa de la Disciplina de Confianza?

AVR: Maravilloso, yo creo que la Disciplina de Confianza, el tema de partir de la base de que uno es una persona responsable de que se merece la confianza para llevar adelante su vida yo creo que uno de los valores importantes del Gimnasio.

LC: ¿Qué consejo le daría a los Gimnasianos de hoy en día?

AVR: Yo creo que el Gimnasio ha tenido un recorrido difícil en estos últimos años, en los cuales ha habido mucha discusión, pienso que las últimas rectorías han traído como un aire nuevo y el colegio ha mejorado muchísimo.

La percepción que tengo, es pues no tengo hijos, ni nietos allá, veo muy gratamente que el colegio ha mejorado, ha hecho cosas importantes, el tema de tecnología iniciativas como la emisora son instituciones que crean una cultura hacia profesiones importantes. Don Agustín tenía la idea de “Educar antes que instruir”. Hoy en día, en un mundo competitivo, el educar e instruir en el sentido de que las competencias hay que formarlas, me parece que todo lo que se haga para que los estudiantes aprendan a leer y aprendan a escribir, lo hagan bien y fácil, rápido, es de trascendental importancia.

Hay que insistir y que tengan un manejo básico de las Matemáticas es importante y también idiomas como el inglés, creo que es un tema supremamente importante, yo creo que perseverar en una buena educación en el sentido  de desarrollar competencias que requieran  para universidades y que se llegue a la universidad y que el estudiante pueda escribir, hablar en público, leer fácilmente, investigar, yo creo que es importante.

Y creo que un tema que hoy en día se está volviendo más recurrente, es el trabajo colaborativo, ya que el liderazgo de la persona iluminada que lleva el barco hasta el otro lado del río, que tiene la solución en la cabeza, ya no es la regla. Ahora es un tema más de promedios, que el trabajo de todos esta articulado y tiene objetivos claros, son unos cambios muy importantes, todo el tema de redes, el empoderamiento que produce el acceso inmediato a la información, ha cambiado mucho de la forma que se hacen las cosas, la velocidad, entonces el poder combinar eso de formar eficiente es algo importante.

JULIÁN DE ZUBIRÍA SAMPER

El destacado pedagogo y exalumno de la promoción 1974, Julián De Zubiría Samper, dio una entrevista al equipo de La Cartelera, en la que contó apartes de su vida profesional, anécdotas de su vida en el Gimnasio y  como personajes del calibre del Prof. Bein, fueron trascendentales para su vida profesional.

Magíster Honoris Causa en Desarrollo Intelectual y Educación de la Universidad Católica del Ecuador. Economista de la Universidad Nacional e investigador pedagógico. Ha sido Consultor del Ministerio de Educación y Cultura del Ecuador, de la Universidad del Parlamento Andino, del Ministerio de Educación Nacional de Colombia y del Convenio Andrés Bello. Presidente del capítulo colombiano de la Asociación de Educadores de América Latina y el Caribe (AELAC). En la actualidad es Director del Instituto Alberto Merani, Consultor en educación de Naciones Unidas, columnista de la revista Semana virtual y asesor de las Universidades Nacional y del Magdalena.

Aquí a entrevista.

La Cartelera (LC): ¿En qué año entro al Moderno?

Julián De Zubiría Samper (JDZS): En 1963. Ingresé en Primero Decroly y mi profesora fue Cielo Duque, ella era como los buenos docentes: esencialmente preocupada para el desarrollo y no por el aprendizaje. Era tranquila y amorosa. Entrar al Moderno no fue fácil, pero el apoyo de Cielito fue fundamental. Me faltaba independencia, pero afortunadamente el Moderno me la dio.

Recuerdo con cariño la Disciplina de Confianza de don Agustín, las excursiones, las clases de don Guillermo Quiroga, los diálogos semanales con el Prof. Bein y la libertad que teníamos para controvertir y para movilizarnos dentro y fuera del colegio.

LC: ¿Qué profesor marcó su vida? ¿Por qué?

JDZS: Especialmente dos: El Prof. Bein porque era un hombre especialmente culto y porque combinada de muy buena manera el rigor con la libertad, algo que no siempre sabe hacerse. Y don Guillermo Quiroga, porque introducía la reflexión crítica sobre la historia y la realidad nacional, algo muy poco común en esa época en las Ciencias Sociales, atiborradas de nombres de presidentes y accidentes. Ambos marcaron mi vida y sin duda tienen mucho que ver con que yo haya dedicado mi vida a transformar la educación.  

Don Guillermo era de esos extraordinarios profesores que enseñan a pensar, reflexionar y analizar los problemas sociales. Con él las clases consistían en debatir acerca de la realidad social, económica y política del país. En las clases se abordaban temas muy pertinentes y se utilizaba el debate y el diálogo como didáctica. Las clases continuaban en el descanso y aun creo que no terminan. Toda mi vida he sido un apasionado por el debate argumentado de ideas. Y mis dos maestros principales fueron Don Guillermo Quiroga y el Prof. Bein.

LC: ¿En qué materia era bueno?

JDZS: Muy bueno en Sociales, Religión y Educación Física y regular en manualidades y Matemáticas. Desde pequeño me aficioné por debatir ideas, leer y tocar guitarra. También por el deporte y por el teatro, que eran dos cosas que se promovían mucho en el Moderno. Escribimos y montamos obras de teatro y practicábamos siempre algún deporte.

El amor a los deportes se lo debo al colegio. Siempre he practicado alguno. Durante varios años practiqué salto triple. Me encantaba y según me decía el profesor, al parecer lo hacía bastante bien. También jugué fútbol, voleibol y corrí distancias cortas a velocidad. Toda la vida he conservado el deporte que surgió de niño en el Moderno bajo la orientación del profesor Martinelli. Las clases de Educación Física, donde extrañamente se permitía una dosis de autoritarismo, me daban un poco de miedo. Pero como era buen deportista, en el colegio se respiraba libertad y autonomía.

Varias veces escribí algo en El Aguilucho. Me gané un concurso de cuento. Nunca hice parte del equipo directivo, pero me gustaba colaborar con algún poema, cuento o reflexión. Recuerdo que escribí sobre el festival de Woodstock de 1969. Lo titulé “Tres días de paz, música y amor”.  También sobre la guerra de Vietnam. El Moderno que conocí impulsaba la lectura. Seguramente hoy también, ya que he visto a los egresados leyendo mucho y bien.

No tengo disposición para la música. Aun así, a punta de esfuerzo toqué la guitarra. Incluso llegamos a ganar las murgas del Colegio San Viator en compañía de mi hermano Andrés y de un gran amigo y compañero de curso: Manuel Ignacio Díaz. Ellos dos eran muy buenos músicos, yo me esforzaba, pero no les daba el nivel. Gracias a ellos, las ganamos cuando estábamos en el grado noveno. Pero en la banda nunca estuve.

LC: ¿Tenía algún apodo?

JDZS: Me decían “bruja”, seguramente por la nariz prolongada. Sin duda, había bullying. Hoy me da tristeza pensar que a quien más molestábamos era a todos los que tuvieran algún ademán femenino. Los molestábamos todo el día y a toda hora, especialmente a los que eran de otros cursos. También creo que molestábamos excesivamente a algunos docentes, aunque con otros, como los de Sociales o Religión, el diálogo era muy fluido y la confianza muy alta.

LC: ¿Alguna pilatuna?

JDZS: Hicimos una obra de teatro muy crítica y muy polémica en el Grado Décimo. El profesor de Religión nos apoyó y la presentábamos en el Seminario Mayor, pero nos generó mucha tensión con el Prof. Bein y algunos padres de familia. Era una obra que criticaba el sistema educativo y el exceso de preocupación de los sacerdotes por lo material. La escribimos Jorge Enrique Botero y yo, y la actuamos con unos diez compañeros de curso. Aún creo que posiblemente nosotros teníamos la razón, porque un joven tiene que ser rebelde y esperanzador. Esas son, desde mi punto de vista, las dos características esenciales de la juventud. Bien orientadas, pueden llegar a cambiar el mundo. Mal orientadas producen desastres. De allí la necesidad de en la juventud contar con buenos docentes y con padres y madres con quienes hablar.

También recuerdo los múltiples diálogos que tuve con el Prof. Bein, especialmente uno. Él me preguntó que si tenía alguna propuesta para mejorar el Moderno. Yo le propuse que suprimieran las calificaciones, ya que ellas desviaban la educación de su fin esencial. Él me respondió que cuando fuera grande, me daría cuenta que eso no era posible. Ahora que soy grande, veo que si es posible. En el colegio que fundamos (el Merani), eliminé las calificaciones para siete grados y las reemplacé por pruebas que evalúan el nivel de desarrollo del pensamiento, de la lectura crítica y de la autonomía.

LC: ¿Cuál fue la excursión que recuerda con más emoción? ¿Por qué?

JDZS: Todas. Si tuviera que elegir una, la que hicimos en el Grado Décimo al Parque Nacional Tayrona, dado que implicaba dormir en carpa con torrenciales aguaceros y eso generó tensiones, pero también fortaleció la cohesión del grupo. Hoy, 44 años después, mantenemos una reunión mensual. Es difícil cumplir, pero todos sabemos que, si tenemos el tiempo, asistiremos a la reunión a almorzar el último jueves de cada mes.

Fue una excursión de 7 días a la Sierra Nevada. Me impresionó que lloviera todos los días y a diversas horas. Seguramente era la época, pero es una región con clima lluvioso. Eso nos obligó a permanecer un buen tiempo adentro de las carpas, hasta que desistimos y tuvimos que salir a mojarnos, algo que le encanta a todos los jóvenes. Preparamos la comida durante todos los días, algo que la mayoría no sabía hacer. La humedad era muy alta y metidos en carpas, eso se volvía insoportable.

LC: Para Ud., ¿Qué es el Espíritu Gimnasiano?

JDZS: El Espíritu Gimnasiano está profundamente impactado por las ideas de don Agustín Nieto Caballero: Al colegio debemos ir a formarnos y no a instruirnos. Por tanto, se requiere una educación más integral y más centrada en la formación. Un niño y joven maduro así, suele ser más demócrata, más respetuoso de las diferencias y menos centrado en sí mismo. En mi época había una distinción al bello carácter. Espero que hoy continúe, porque están equivocados los docentes que siguen creyendo que a los colegios deben ir los niños para aprender cosas y sigue teniendo la razón don Agustín cuando concluía que la finalidad de la educación debe ser la formación de un mejor ciudadano y el brindarles a los estudiantes herramientas para la vida.

Por esto los gimnasianos suelen ser liberales demócratas con espíritu de grupo. Eso es algo poco común en un país que cree que “no hay que dar papaya” y que, si ellos lo permiten, hay que aprovecharse de los demás. En un país envenenado por odio y desconfianza, un gimnasiano suele estar más asociado a un librepensador que respeta en mayor medida las diferencias de opiniones, criterios y religiones.

LC: Usted como docente, ¿Cómo ve la educación que recibió como estudiante y ahora como adulto?

JDZS: La educación que recibí fue muy adelantada para la época y mucho más integral, reflexiva y crítica que la que hoy recibe la mayoría de muchachos en el país. Fue una educación que enfatizaba la formación del criterio propio y se nutría de la reflexión, el trabajo en grupos y el debate. Fue más integral porque involucraba excursiones, debates, artes y alto nivel en Educación Física. Fue más liberal porque respetaba la libertad de cultos. Todavía hoy, sigo en deuda con mis maestros y con el Gimnasio Moderno.

LC: ¿Cree que su paso por el Moderno definió su vida?

JDZS: Sin duda. El Moderno me enseñó que era posible una educación no centrada en la transmisión de información, sino en el desarrollo. El Moderno me enseñó que era posible crear una escuela no tradicional.  He dedicado mi vida a transformar la educación. Al hacerlo, valoro muchísimo el trabajo de los fundadores del Gimnasio Moderno, porque cambiar la escuela tradicional es mucho más difícil de lo que cree la gente y por una razón muy sencilla: Cambiar la educación es cambiar la cambiar la cultura, y hacerlo, es cambiar las maneras pensar, sentir y actuar. Lo cual es muchísimo más complejo de lo que se cree.

LC: Para terminar ¿Qué consejo le daría a los gimnasianos de hoy en día?

JDZS: Que lo más importante para alcanzar la felicidad son los amigos y el trabajar muy duro para alcanzar los sueños; y que este país sigue siendo muy desigual e intolerante. Mientras no superemos los gravísimos problemas de inequidad y de intolerancia, no seremos capaces de construir la paz. Por tanto, todavía estamos muy lejos de lograrlo.

FRANCISCO REYES

El Abogado de la Universidad Javeriana, master en Leyes de la Universidad de Miami y PhD en Derecho de la Universidad de Tilburg (Holanda). Gestor de reformas en el régimen societario, Ley S.A.S. Superintendente de Sociedades 1995 y desde 2014, Francisco Reyes Villamizar, egresado de la promoción 1980, recibió al equipo de La Cartelera, en su oficina ubicada en la calle 26, para compartir una agradable conversación.

Presentamos aquí la entrevista:

La Cartelera (LC): ¿Cuál es su primer recuerdo del Gimnasio Moderno?

Francisco Reyes Villamizar (FRV): Yo entré al colegio en 1967, muy pequeño, sólo tenía 4 años. Recuerdo el entorno tan hermoso, el kiosco, que entonces era un edificio de madera muy bonito. Las clases de canto, a las íbamos a una especie de sótano en el mismo edificio donde era el kínder, Montessori. Se llama así porque se seguían las técnicas de María Montessori, una educadora europea  muy famosa de comienzos del siglo pasado y que tuvo influencia en la visión que don Agustín Nieto tenía sobre la educación. Había un piano en ese sótano y la profesora  que se llamaba Beatriz de canto, ella enseñaba canciones básicas y los niños que molestaban, los obligaba a calentar narices. Era un castigo en el que se debía pegar la nariz a la pared helada.

Recuerdo también el uniforme de los viernes  con chaqueta y corbata, a los cuatro años, lo cual era un poco atípico, pero de todo caso son recuerdos muy gratos de esa época tan antigua.

(LC): ¿Algún profesor que recuerde con especial cariño?

(FRV): Yo creo que hay que hablar de profesores muy importantes durante el colegio. Muchos con influencias significativas, algunos, entiendo todavía están en el colegio, como por ejemplo: Pompilio Iriarte, el profesor Leal, de música, muy destacado, muy culto en temas de música clásica, hacía sus propias composiciones, adaptaciones  y transposiciones de obras de Bach, lo cual era muy interesante para el coro. Yo siempre forme parte de los coros del colegio, había varias categorías y siempre estuve allí. Recuerdo también al profesor Nelson Cuervo y a su esposa Myriam, Clara Inés Riveros de Primaria y por supuesto Agustín Nieto Caballero, un personaje tremendamente importante e intelectualmente era la conciencia moral del colegio.

(LC): ¿Cómo era su relación con El Prof.?

(FRV): El Prof. era muy simpático, era un personaje un poco distante. Uno lograba acercarse a él, no tanto en las clases, en los paseos a su finca en Tabio, donde uno ya sabía cuáles eran los hábitos que tenía. Allá uno lavaba los platos y él preparaba  la comida, pero uno no podía inmiscuirse en la de las labores culinarias porque era lo que más le molestaba, entonces obviamente, siempre tratábamos de inmiscuirnos, para ver qué reacción tenía.

El Prof. fue muy significativo para mi generación, no tanto por conocimientos específicos que hayamos aprendido de él, sino por su visión del mundo, una visión enciclopédica. Era un hombre obviamente de su generación, un hombre europeo donde muchas de las cosas que importan en el mundo eran las que sabía. Hablar idiomas por ejemplo, geografía, historia del mundo, obviamente música clásica. Él tenía una discoteca muy, muy importante en su apartamento en el Edificio Principal y algunos alumnos, sí querían podían a oír música, sabía mucho de esos temas, era un personaje que tiene mucha importancia, por eso creo que es muy grande.

Ya hable de don Agustín, que es una figura tutelar en el colegio, tiene una importancia central por la visión que el impartió para el colegio, era el estandarte moral y ético del colegio. En su personalidad y en su comunicación con los niños. El profesor Gabriel Triana, también fue relevante, era el profesor de Química. Así como Isabel Holguín de Gómez, Directora de Primaria. El Gimnasio Moderno era un sitio que reclutaba importantes personajes con una vocación muy clara de enseñanza, lamentablemente cuando yo llegué al colegio el profesor Henry Yerly, un profesor de Matemáticas suizo, ya se había ido.

Recuerdo que una vez el Prof. nos prestó el teatro del colegio para ensayar. Yo tenía una banda de rock. Un día durante el ensayo, él, que era respetuoso de la música moderna, pero obviamente  no  era de su generación, nos preguntó: …”ustedes, ¿Cómo llaman a eso?”…, a lo que el pianista, que después se dedicó profesionalmente a la música clásica, le contestó muy enfáticamente…”Música”… Era Eduardo Carbia, que no era del Moderno, era del Campestre, y terminó estudiando clavecín con el maestro Puyana  en Paris.

Increíblemente, yo mantengo amigos de esa época, no eran todos del Moderno pero amigos musicales. Nuestro curso era muy pequeño, y no hubo nadie que se dedicara al derecho o a la música que son cosas que yo hago. Tengo algunos amigos del colegio y me comunico con ellos  gracias a todas las comunicaciones modernas.

 (LC): ¿En qué materia era bueno?

(FRV): A mí me fue bien realmente, sin haber sido un alumno de cinco, a mí me fue bien en las materias de humanidades y siempre me encantó la Literatura. Siempre me encantó todo lo que tenga que ver con escribir, esa ha sido mi pasión toda mi vida.

 (LC): Y… ¿la música?

(FRV): Desde muy pequeño estuve en la banda del colegio, en los coros, en actividades vocacionales y extracurriculares, es algo que le agradezco al colegio. Es uno de los grandes legados, tuve la oportunidad  de desarrollarme musicalmente y es una actividad que me a acompañado toda la vida, yo siempre he sido músico.

Y de hecho, me encuentro con frecuencia con músicos del colegio, como los hermanos Cuellar, eran legendarios. Precisamente estuve tocado con ellos este fin de semana. Me llama la atención porque ahí también estaban los de Compañía Ilimitada con quienes he tocado también y entiendo que han ido saliendo otros artistas musicales del colegio. Siempre ha habido un cierto sentido estético del colegio que a mí me parece muy importante, que comienza desde la arquitectura del colegio, los árboles, el diseño urbanístico, con el sistema que don Agustín creo que es importante para desarrollar el conocimiento. Tal vez, es el único lugar que ha tenido esas condiciones y que se ha mantenido así. Es muy importante esa visión estética del colegio.

(LC): ¿Cuál era la materia terrible?

(FRV): Realmente yo no fui muy buen matemático, a pesar que hoy en día no me molestan  tan las Matemáticas. Era difícil Álgebra, hoy la vería de una manera  muy diferente.

(LC): El… “Álbum de menor venta de la historia del disco”, cuéntenos un poco de eso

(FRV): Ese es el álbum de Sociedad Anónima, banda que forme hace algunos años. Ese fue un disco que a pesar de ser nombrado como el de menor venta, es difícil de conseguirlo porque se vendió todo. Ahí estaban varias canciones que fueron interesantes y algo conocidas: “La causa nacional” o “Dime tu”, esa fue la época  de donde yo estuve seriamente comprometido con el movimiento de rock en español en Colombia. Hicimos conciertos, tocamos, hicimos giras, una época muy especial, el álbum original se vendió en acetato. Para explicarles a los muchachos, era  un sistema de grabación de la antigüedad  pero está también en YouTube.

https://www.youtube.com/watch?v=4KBZM8T7pXE

 

También he tocado con Compañía Ilimitada, con Carlos Vives, he tocado con mucha gente, amigos y personas… Siempre he tocado Rock, Pop, sólo en una época toque Jazz.

(LC): ¿Cómo logra compaginar la música con el derecho?

(FRV): La vida tiene distintas dimensiones, algunas personas les parece un poco exótico que uno sea músico, sobre todo músico de rock siendo profesor derecho. El decano de la Universidad de Friburgo – Suiza, donde yo enseño es un músico consagrado y cuando vino aquí a Colombia, nos dedicamos a tocar más que a dar conferencias. Hay un profesor de sociedades que se llama Clark Follow guitarrista  de una banda que sirvió de telonero en los años 70 a los Rolling Stone, también estuvo acá y estuvimos tocando. Entonces si hay posibilidad de compaginar distintos entornos, dimensiones  vitales, como hay gente que hace otras cosas, escriben poesía y son arquitectos o es un gran deportista y a la vez ejerce su profesión de ingeniero.

Yo creo que eso es muy valioso y el colegio tiene eso también, ahí sí creo que hay un legado importante del colegio, multiplicidad de opciones que además para la época que yo estudie no era  tan frecuente. Hoy tal vez los colegios tienen esa clase de dimensiones, pero don Agustín tenía la idea que uno tenía que estar expuesto a muchas disciplinas  y ver cuáles eran las más útiles para uno.

El colegio tenía una concepción liberal para que no fuera repugnante dedicarse a varias cosas al tiempo, no es en absoluto incompatible  y eso hace parte de la visión del Moderno, uno puede ser músico y abogado o músico y médico, como en el caso de los Cuellar, en el colegio era muy claro, eso contribuye a que uno pueda hacer varias cosas y tratar de hacer de la mejor forma con cuidado y dedicación.

En el Moderno no había un inglés muy bueno, pero gracias a la música, tuve una aproximación tal que pude hacer mi maestría y doctorado, hoy en día enseño en inglés, soy profesor de varias universidades del mundo, he enseñado en Suiza,  Japón, Angola y en muchos otros países…

 (LC): ¿Quién es Naná?

(FRV): Es un apodo que viene de la casa, que termina trascendiendo y convirtiéndose en un apodo de la época del colegio.

 (LC): Cuéntenos alguna pilatuna

(FRV): Muchísimas, hicimos muchísimas, por ejemplo nos tomamos unos sótanos que existían en el colegio, ahí armamos una especie de cambuche  dónde hacíamos nuestras reuniones secretas hasta que nos descubrieron. En esa época  también eran las primeras aproximaciones al aguardiente, eso forma parte de la adolescencia, el colegio tenía cierta tolerancia a las pilatunas.

Las excursiones eran una de las partes más relevantes y era uno de los conceptos de don Agustín,  teníamos que querer el país antes de viajar por fuera. Hay sitios a los que jamás habría ido si no fuera por las excursiones del colegio, por ejemplo San Agustín o Tierra Adentro, que ahora son tan conocidos.

(LC): ¿Una en especial?

(FRV): Las cuevas en Santander llenas de murciélagos. Eran una cosa sensacional con esa humedad y calor, un sitio tan exótico. A mí si me gustaban mucho esas excursiones, no fui buen deportista, me refugiaba más en la música, lectura y otras cosas, pero como todo colegio de hombres tocaba jugar un poco de fútbol, yo era defensa, y en ese tiempo era una posición un poco humillante.

(LC): ¿Volvería al Moderno como profesor o ejerciendo algún papel importante?

(FRV): Yo  he sido profesor toda mi vida, profesor universitario y creo que la docencia de Primaria y Bachillerato son muy distintas, diría más exigentes  porque el profesor universitario da por supuesto que ya hay una especie de conocimiento intelectual que permite  una combinación mucho más fluida, en cambio el docente debe tener una comprensión especial del crecimiento, de aspectos psicológicos  que son bien difíciles.

Pero claro, dar cualquier conferencia a mí me encanta, el contacto con los jóvenes y con los niños pero creo que  no tengo la capacitación para hacerlo y eso que tengo más de 30 años como profesor universitario.

(LC): ¿Para usted que es el Espíritu Gimnasiano?

(FRV): No creo en esos sellos porque me parece contrarían un poco  la heterogeneidad, la autonomía,  la independencia,  la esencia misma del ser que está inscrita. Uno puede tener elementos de ética, pero que no puede clasificarse, pueda  que lo tenga, pero prefiero no clasificarme en un espíritu específico porque contraria el carácter  universal que uno podría tener.

(LC): La Disciplina de Confianza…

(FRV): En la época mía fue adecuada, en la medida que si había una cierta exigencia académica, no muy alta pero con una  libertad para escoger lo que uno quisiera. Las condiciones actuales demandan  exigencia indudablemente y a pesar de que debe haber autonomía y libertad, el conocimiento también es importante para prepararse uno en un entorno tan complejo y con tanta competencias es importante, además de tener autonomía, libertad, capacidad de elección, también tener conocimiento profundo  y en esa medida las especialidades son importantes, si alguien es bueno para la ciencia, no lo puede hacer sin el mayor rigor.

(LC): ¿Qué consejos le daría a esas generaciones de hoy en día?

(FRV): La educación es un concepto inmutable, a pesar que todos los avances  que se puedan dar, que hay internet, libros. El concepto educativo sigue siendo el mismo en su esencia  en realidad es una aproximación universal al conocimiento bajo un método que es único  para aprender física nuclear, derecho o literatura.

La lectura es un método que existe en la cultura occidental y que se ha mantenido por eso, es insustituible por más elementos electrónicos que existan, la lectura de libros  para mi gusto, puede sonar un poco anacrónico de libros físicos que se pueden subrayar  de papel, sigue siendo fundamental y si pudiera dar un consejo porque yo soy un poco cauto en eso, cada ser humano tiene una forma de ver y tomar sus propias decisiones, pero yo sí creo que una  de las circunstancias que le ayudan a uno es tratar  de tener la mente abierta y no circunscribirse a  compartimientos estancos o conceptos cerrados, si no tratar de enfrentarse al mundo de una forma universal, el conocimiento estético me parece fundamental, las artes plásticas, la música…

JUAN CARLOS CALLE DONADO

En días pasados, el equipo de La Cartelera, entrevistó a Juan Carlos Calle Donado, un joven ingeniero gimnasiano, quien se especializó en la construcción de material tecnológico para la defensa en los Estados Unidos. En la actualidad hace parte del departamento de desarrollo y producción de una de las empresas más importantes y tradicionales de la defensa de los Estados Unidos, Raytheon.

Calle se graduó del Gimnasio Moderno en 2008, estudió Ingeniería Industrial en la Universidad de Míchigan, de donde se tituló con éxito en 2015. En 2016 ingresó a la empresa Raytheon, en la que fue nombrado como ingeniero para la manufactura de misiles. En este momento, combina su trabajo con el estudio de una maestría en “Systems and Industrial Engineering” en la Universidad de Arizona.

Presentamos aquí la entrevista:

La Cartelera (LC): ¿Cómo fue su primer momento en el Moderno?

Juan Carlos Calle Donado (JCCD): Yo entré al Gimnasio Moderno transferido del Colegio Anglo Colombiano a Primero de Primaria; y me pareció increíble. Mis papás cuentan que yo estaba muy contento en el Moderno, especialmente por el fútbol, había dos canchas y muchos campos verdes. A todos en el salón nos gustaba jugar, hacer deporte y pasarla rico. Fui muy feliz desde que entré.

El tercer día de clases, mientras jugábamos y hacia amigos, algunos me apodaron “Gorila” por ser el más grande, y desde ahí, ese fue mi apodo.

 

La  “Copa Interroscas” era increible, de las barras de los papás, en la que mi papá siempre era el primero, del acuario de Tercero Decroly y de la excursión de Cuarto de Primaria a Villa de Leyva. Recuerdo que el zoológico tenía ovejas y perros, me parecía extraordinario. Además, podía interactuar con los grandes del colegio, todos salíamos al mismo patio en el descanso a jugar piquis. ¡Era increíble el Moderno!

LC: ¿Se acuerda de su primera profesora?

JCCD: Sí, me acuerdo mucho de Patricia Álvarez, “Pato”. Ella era mi Directora de Grupo y me recibió con mucha amabilidad. También recuerdo a Doris León, la Coordinadora del Preescolar. Ellas dos fueron muy importantes en mi entrada al colegio, fueron un apoyo muy grande para mí.

LC: ¿En qué materias era bueno?

JCCD: La Geometría la entendí bien, era lógica y me iba bien sin estudiar. Pero los números al comienzo me dieron muy duro. La verdad es que en Matemáticas no sobresalí, hasta que empecé a cogerle el gusto. Más tarde me di cuenta de que los números eran fáciles de entender. Yo siento que, al comprender los conceptos matemáticos, se pueden aplicar a todo lo demás.

Yo me destaqué en el deporte. Siempre fui muy deportista; desde pequeño me metí al equipo de fútbol y me convertí en el arquero del equipo en Tercero. Y por lo grande que era, también fui elegido como arquero de las generaciones más grandes. Ya en Bachillerato, Jaime Salazar, mi Profesor de Educación Física, me animó a meterme al equipo de básquet y así lo hice. Y cuando no tenía prácticas, iba con Neil Carvajal a trotar por las mañanas.

Una experiencia especial que recuerdo de los primeros años, fue cuando Juan Carlos Bayona armó un equipo de bicicleta de montaña y los integrantes éramos dos amigos, nada más, practicábamos en el colegio. Después llegó el equipo de Últimate, en el que también estuve. Recuerdo que, durante toda mi vida escolar, antes y después de clases, yo siempre me la pasaba haciendo deporte.

LC: ¿Algún profesor marcó su vida?

JCCD: Sí, me acuerdo de Marisol, la profesora de Español y Directora de Curso en algunos años. Me ayudó a percibir las letras y a escribir con más seguridad. También recuerdo con cariño a Myriam de Cuervo, de Séptimo grado y a Jaime Salazar, mi profesor y entrenador de básquetbol.

Además de ellos hubo una persona que marcó mi vida, quien, a pesar de no haber sido mi profesor, me apoyó en el fin del colegio. Se trata de otro exalumno, Carlos Eduardo Bayona, quien fue mi consejero en el último año. Él fue la persona que más me empujó a venirme a los Estados Unidos. Yo tenía una vaga idea de este proyecto en la cabeza, pero no tenía claro cómo desarrollarla; y hablar con frecuencia con él y con mis papás fue definitivo para mi futuro profesional.

LC: ¿Cree que la educación del Moderno le ayudó a ser quién eres hoy en día?

JCCD: Estoy segurísimo. El Moderno fue una etapa importante en mi vida, pues la educación en el Gimnasio va más allá de los libros. Definitivamente aprendí herramientas para la vida, me enseñaron a respetar la independencia de pensamiento, a ser amable, a tratar con cariño a la gente, a saber quiénes son mis amigos, y cuando hay problemas; a buscar soluciones y seguir la vida. La educación del Moderno me dio las herramientas que en este momento aplico en mí día a día. Yo creo que el Moderno no fue sólo un colegio en el que aprendí Matemáticas, Lectura, Escritura o Historia; fue un espacio en el que me formé como un ciudadano correcto que hace parte de una sociedad, luchando por hacer las cosas bien hechas.

LC: ¿Qué es el Espíritu Gimnasiano?

JCCD: Me parece que el Espíritu Gimnasiano no solamente implica ser una buena persona; se trata de ser también una persona íntegra y firme. Cuando hay que hablar con alguien, se habla; cuando se tiene que ser amigo, se es buen amigo y se dice la verdad. Yo siento que el Espíritu Gimnasiano exige ser una persona de bien, una persona íntegra y honesta.

LC: Ese Espíritu se refuerza en las excursiones ¿recuerda alguna?

JCCD: Tengo muchas en mi memoria. Una muy especial fue la de Noveno, cuando Ember Estefen era el Director de Grupo. Nuestra excursión fue en agosto, luego de las vacaciones, y todo esto se programó para poder ver las ballenas migratorias en su paso por el Pacífico de Colombia. Nos certificamos en buceo y estuvimos una semana viajando en un barco con todo el salón, buceando algunas horas de cada día. Conocimos todo Gorgona y pudimos ver las ballenas. Pienso que fue un viaje diferente; estudiamos, tuvimos clases de buceo, y fue todo un proceso de aprendizajes. ¡Fue una excursión increíble!

Otra importante fue la de Once, fuimos la primera excursión del Gimnasio Moderno que viajó a Asia. Llegamos a Estambul en Turquía y de ahí, arrancamos un recorrido largo y cruzamos. Conocí mucha gente y aprendí muchísimo. Viajamos con el rector de ese momento, Juan Carlos Bayona. Cuando llegué, meses más tarde, a la Universidad de Míchigan, había muchos turcos, y era increíble poder hablarles de que había estado allá, de su cultura y detalles de las ciudades.

LC: La amistad es uno de los valores más importantes del Moderno ¿Mantienes los amigos del colegio?

JCCD: Si, mis amigos de la vida son los del colegio. Casi todos viven en Colombia y con todos tengo contacto, y cada vez que voy a Colombia, nos vemos. Somos los amigos que nos reunimos a tomar una cerveza, a hablar, a molestar, y cuando nos vemos, parece como si nunca me hubiera ido. Seguimos hablando de las mismas bobadas, seguimos molestando de la misma manera. Son los amigos de siempre… los mismos con los que me gradué.

LC: Con esos amigos ¿hicieron alguna pilatuna?

JCCD: Una vez teníamos que hacer un reporte para Español, y éramos cinco en el grupo. Nos inventamos hacer una crónica del colegio de noche y para esto, conseguimos el permiso del rector. La idea era recorrer todos los edificios y mientras caminábamos, con la guía del vigilante nocturno del colegio, queríamos que él nos contara historias de miedo y experiencias que habían pasado en el colegio para tal vez encontrar algún fantasma o descubrir algo diferente.

Así lo hicimos, caminamos a la media noche, y cuando entramos al Edificio Principal, en la oficina de profesor Bein había una foto del colegio chiquitica, como en sus comienzos, de donde salía una cabeza blanca frente a un árbol, que parecía un fantasma. En esa caminata el vigilante nos dijo que nadie sabía qué era eso. Recuerdo que lo filmamos porque era una imagen real y se podía ver a simple vista. Yo no sé si todo el mundo sabía o sabe de esa foto, pero es increíble verla. Era chistoso y miedoso al mismo tiempo, porque había ruidos por la madera, ruidos de la noche, hacía frío y pues estábamos nosotros solos caminando, con el señor, por todos los edificios del colegio. Pensábamos que nos iba a aparecer algo, pero finalmente no pasó nada. Terminamos la noche viendo fotos que iban acompañadas de historias contadas por el vigilante. Yo creo que él quería asustarnos con sonidos y a eso se le sumaban los ruidos del colegio con pisos de madera. Era el típico señor con mil llaves amarradas a una pita. Nosotros queríamos entrar a los salones en donde tuvimos clase en Primero, Segundo y Tercero porque queríamos ver como se veían a oscuras con la luz de la luna reflejada adentro. Ahora no sé por qué razón a mí eso me pareció tan miedoso.

LC: Cambiando de tema ¿Los gimnasianos tienen una marca o una forma de ser especial?

JCCD: Los gimnasianos tienen algo especial, y es esa formación gimnasiana que los hace especiales. Ese ser interior que sale y sabe expresarse, que sabe ser querido, que sabe ser un hombre. Ese algo especial que hay en el Moderno muestra que somos hombres libres interiormente. Yo siento que tenemos una conexión o un algo especial que no se puede encontrar afuera del colegio.

LC: ¿Ha encontrado algún exalumno en los viajes?

JCCD: No, creo que nunca he conocido un gimnasiano fuera del colegio, pero he viajado a encontrarme con mis amigos del colegio. En la universidad había colombianos y cuando hablábamos y yo les decía que era del Moderno, me señalaban que ciertamente les parecía que yo tenía un estilo de Moderno, por esa mente abierta, espíritu abierto, ideas abiertas, ideas de cómo convivir en el mundo.

LC: ¿Qué extraña del Moderno?

JCCD: Lo que más extraño es esa libertad que nos daban y todas las herramientas que nos ofrecía el colegio, todo lo que teníamos alrededor para hacer. Yo estaba metido en muchas cosas; y estando en todos los equipos y en todos los deportes, también en el grado Once vendía sándwiches y galletas. Definitivamente extraño esa libertad y todas esas posibilidades que tuve para poder desarrollarme.

LC: Ya para terminar, ¿qué consejo les darías a los gimnasianos de hoy en día?

JCCD: El consejo más grande que yo podría dar es que disfruten, porque pasa algo raro y es que dentro del colegio, uno no se da cuenta del lugar tan especial con el que cuenta. El Moderno da libertad para que uno se desarrolle en lo que uno quiere ser. Yo hablo con gente acá, con mis amigos en Estados Unidos y a la gente no le cabe en la cabeza las excursiones tan increíbles que hicimos. Yo creo que la libertad que ofrece el Moderno, unido a la gente tan valiosa, y a la arquitectura, lo convierten en un lugar especial. Definitivamente los gimnasianos tienen un premio y es  la formación integral y la oportunidad de aprender a vivir bien y deben aprovecharlo.

JOSE MAURICIO RODRIGUEZ

El equipo periodístico de La Cartelera recibió la visita del reconocido cantante José Mauricio «Rorro» Rodríguez Pinilla, egresado de la promoción 2001, líder de la banda Mauricio & Palo de Agua, quien en una agradable conversación recordó momentos de su vida en el Gimnasio Moderno.

Pionero del Tropipop, Rodríguez ha sido merecedor de varios premios nacionales e internacionales, por su trabajo musical, entre los que se destacan nominaciones a los Premios Grammy Latinos en 2004​ y 2009, y el Premio Sigla de Oro en Milán-Italia, lo que lo ha convertido en embajador de la música colombiana a nivel internacional.

Esta es la entrevista:

La Cartelera (LC): ¿Cuál es el primer recuerdo que tiene del Moderno?

Mauricio Rodríguez (MR): El primer día de clase lo tengo muy presente, con todos mis amigos. Recuerdo el llanto de todos mis compañeros, hacían pataleta, no quería quedarse solos en el colegio.

Mi salón era el que hoy en día es Montessori II. Es día mis papas, se quedaron parados frente a la escalera, y desde el primer piso me daban ánimos y me tranquilizaban. Me decían “esto te va a gustar, vas a ver que esta va a ser tu casa” pero me quería ir.

Me acuerdo los primeros partidos de fútbol, que con el paso de tiempo se convierten en casi una religión. Jugaba todos los días, fui arquero hasta Undécimo. Fui de la selección Juvenil y de la Mayores. En muchos encuentros fui suplencia y reemplazaba a algunos arqueros a veces. Me apasiona ese deporte. El básquet también me gustaba…

También fui de la banda en las liras y en el bombo. Me gustaban las liras porque llevan melódica y es parecida al piano. Dure los cuatro años en el Bachillerato. Entré por una invitación que me hicieron y bueno, entre a la banda pero nunca me había atraído tanto, porque era como imitar.

(LC): ¿Recuerda a su primera profesora?

(MR): Por supuesto, fue Ángela Borda. Ella además de ser mi primera profesora, fue  mi segunda mamá, en el colegio. La quiero mucho. Me recibió en 1986 en Montessori I. Y esto fue pasar de una cuna a otra.

Me acuerdo lo bien que se siente uno acá, con todos los profesores, no tuve problemas con ninguno. Y eso creo que marco una diferencia enorme en cuanto a la vida de muchos amigos que han pasado por colegios a los que no vuelven.

(LC): ¿Hizo alguna pilatuna?

(MR): Hice de todo. Una vez teníamos un examen de Física muy difícil, nadie había estudiado. Por supuesto, la única forma que se me ocurrió para no presentar el examen fue tirar unos pedos químicos. Eran fuertes que tocó desalojar todo el Bachillerato.

En otra oportunidad, le quitamos las llantas a uno carro de un compañero de curso. Al tipo le habían comprado carro nuevo. Le tenía hasta nombre. Cuando llegó por la tarde, estaba en ladrillos el carro.

(LC): Por otro lado, las excursiones son parte importante de la formación en el Gimnasio ¿recuerda alguna?

(MR): Recuerdo muchísimo la de San Agustín, una experiencia muy bonita, tenía 15 años. Fue inolvidable, pues San Agustín es muy especial, tiene unas cosas muy bonitas que ofrecer, me gustó mucho toda la logística, lo que conocimos y lo que aprendimos.

Todas las excursiones fueron buenas, pero no me gustaron mucho las primeras, las de tres días, porque cuando me empezaba a integrar con mis compañeros, ya se acababan. A mi me costó mucho trabajo hacer amigos. Quinto de Primaria fue tremendo. La primera excursión de tres días fue muy difícil porque no conocía bien al grupo con el que viajaba.

(LC): Las excursiones siempre van acompañadas por maestros ¿alguno que recuerde?

(MR): Claro, don Guillermo. Él era lo máximo, yo adoraba a don Guillermo. Todo el mundo le tenía miedo, pero yo tenía una relación muy estrecha, pues era amigo de mi abuela, que también era profesora del Moderno. Don Guillermo era muy especial. Siempre me reía con él, me parecía un tipo brillante, un tipo con el que se podía sentar a hablar de lo que fuera y hablaba de todo. En una excursión yo me le pegue y lo oía, era formidable oír sus experiencias, sus cuentos.

Don Guillermo en su época fue el alma del colegio. Fue director de nuestro curso en once. Aprendí de él de una manera impresionante. Un gran historiador. Mis compañeros le tenían miedo por su voz fuerte y seriedad. Fue profesor de muchas cosas, pero para mí era un historiador impresionante. Él siempre se sentaba con una pierna en el piso y otra en el escritorio, esa era su posición para dictar clase. Murió hace aproximadamente cinco años.

(LC): Hablando de profesores… ¿Qué profesor le cambio la vida?

(MR): Jorge Gutiérrez, el director del Área de Música del colegio. Gracias a él empecé a estudiar música con juicio. Fue director de Palo de Agua. Fue mi compañero de trabajo y hoy en día sigue siendo mi amigo. Es una persona que adoro, no sólo le guardo cariño por ser profesor y maestro, sino como persona. Jorge para mí, en el colegio, marco muchísimas cosas. Él me dijo: “vaya y luche por lo que es” y ese ánimo representó para mi toda una carrera. Jorge creyó en mí.

También recuerdo al profesor Leal. Con él aprendí a cantar, él me enseño las primeras armonías. En el Coro Infantil hice segunda y tercera voz.

 (LC): Además de música, ¿qué materia le gustaba más?

(MR): Me gustaban mucho las clases Sociales y las de Historia. Las clases al aire libre. Yo siempre fui un enemigo del encierro. Me gusta estar poco tiempo en un mismo escritorio. Me gustaba mucho el Centro Cultural y el fútbol. Me iba mal en Química, pero en Música me iba muy bien. Mi problema verdaderamente era que me englobaba en la ventana viendo los pajaritos, los dibujaba. Por eso el profesor estaba allá dictando Matemáticas, y yo estaba aquí, en otro mundo.

Pero, la música siempre ha estado presente en mi vida, creo que el primer concierto que ofrecí fue en 1999, en el Centro Cultural para la Mañana del Talento de la Semana Cultural. Fue cuando mostré por primera vez lo que tenía. Ese día cante a Silvio Rodríguez, todo el mundo quedo sorprendido y me gane el premio. Desde de ahí empecé a participar en concursos de música, gané varios inter colegiados.

Debo reconocer que el Moderno siempre me apoyo, me daban muchos permisos para poder participar en los concursos, lo único que tenía que hacer era: “traer el primer o el segundo lugar” y traía el primero. Juan Carlos Bayona, el rector de esa época, los mostraba los lunes en el Encuentro Matinal. Esos fueron mis primeros conciertos.

 (LC): En esos momentos ¿ya tenía repertorio propio?

(MR): Si, tenía “Niña”, “Darte un beso” y “Es ella”. En ese momento estaba casi que la mitad del disco “Un canto caribeño”. Compuse esas canciones a los 16 años y sonaban en la emisora del colegio. Por eso ya me conocían en los colegios amigos. Mi público eran mis amigos, los amigos de ellos, mi familia, las familias de los amigos y así. Ese 31 de agosto se llenó el teatro, no sé cómo, pero fueron 600 personas. Hay una grabación de eso. Creo que se recolectaron dos millones de pesos, era plata en ese momento. Se vendían muy baratas las boletas, pero la idea es que con eso nos fuéramos a Cuba. Esa excursión era carísima y entre los que necesitaban apoyo estaba yo. Por eso organicé el concierto. Cuando llegue con la plata al curso me dijeron: “vallase usted”.

(LC): ¿En este momento a que se dedica?

(MR): En este momento estamos haciendo una gira de conciertos, que se llama “Los que son” en Bogotá, Manizales, Cali y Bucaramanga. Luego vamos a Perú y Ecuador. Ahorita viene una nueva canción que se llama “A tiempo” bien fuerte. Estamos esperando el momento justo para lanzarla. Ya tenemos el video, que lo hicimos en Nueva York a finales de año. Es una canción mía, compuesta por mí, producida también por mí.

Estoy tratando de hacer un tipo de versiones diferentes, un espectáculo diferente, estoy en desarrollo de eso. Quiero hacer un formato para adultos, que les gusta la música un poco más romántica, más íntima, elegante. También tengo un disco de boleros, y quiero ver cómo me va con eso, con ese tipo de show porque es ahí donde me doy a conocer un poco también con ese formato. Pues desde chiquito aprendí boleros para conquistar mujeres, me parece que da buen resultado.

(LC): ¿Cree que su paso por el Moderno, definió su vida?

(MR): Sí, me ayudo a ser quien soy. La forma de ser, por estructura, por disciplina, por honestidad. Yo creo que son valores muy personales. Uno no puede pensar que todos los del Moderno son honestos, son bonitos o buenos, pero la mayoría de los que fuimos educados acá, fuimos educados así. Aquí, en el Moderno, me enseñaron a hablar con el señor de la tienda, la señora que barre, me enseñaron a ser amigo del portero, a ser amigo de todos, a conocer el nombre de todos. El Moderno es una comunidad y nos enseñaron a respetar a todos por igual.

 (LC): ¿Cómo identifica a un gimnasiano?

(MR): Yo creo que los gimnasianos sabemos quiénes somos, es un instinto. Cuando empieza a hablar inmediatamente se sabe que somos gimnasianos, y se vuelve amigo. Esto es una comunidad, una rosca que se da por naturaleza. Me he encontrado con muchos gimnasianos y nos han brindado la mano en todo lado. Me han ayudado en Londres, Europa, España, Estados Unidos. Nos ayudamos. Es una hermandad.

(LC): Para finalizar… ¿Qué mensaje daría a los gimnasianos de hoy en día?

(MR): Yo les digo que disfruten los días de colegio. Disfruten lo que tienen acá porque a veces uno anda afanado con acabar el colegio, para no tener más tareas o exámenes. Hay que valorar mucho ese presente del colegio. Que lo amen y disfruten pues tienen muchas posibilidades. Que sigan soñando porque los sueños se realizan. Los sueños que en el mañana van a ser una realidad. Hay que soñarse y creerse esos sueños, en grande, en mediano, en chiquito, pero sueñen y no le tengan miedo a volar, eso es importante acá.

Presentamos aquí una entrevista que La Raqueta TV, hizo a este importante artista: