JULIÁN DE ZUBIRÍA SAMPER
El destacado pedagogo y exalumno de la promoción 1974, Julián De Zubiría Samper, dio una entrevista al equipo de La Cartelera, en la que contó apartes de su vida profesional, anécdotas de su vida en el Gimnasio y como personajes del calibre del Prof. Bein, fueron trascendentales para su vida profesional.
Magíster Honoris Causa en Desarrollo Intelectual y Educación de la Universidad Católica del Ecuador. Economista de la Universidad Nacional e investigador pedagógico. Ha sido Consultor del Ministerio de Educación y Cultura del Ecuador, de la Universidad del Parlamento Andino, del Ministerio de Educación Nacional de Colombia y del Convenio Andrés Bello. Presidente del capítulo colombiano de la Asociación de Educadores de América Latina y el Caribe (AELAC). En la actualidad es Director del Instituto Alberto Merani, Consultor en educación de Naciones Unidas, columnista de la revista Semana virtual y asesor de las Universidades Nacional y del Magdalena.
Aquí a entrevista.
La Cartelera (LC): ¿En qué año entro al Moderno?
Julián De Zubiría Samper (JDZS): En 1963. Ingresé en Primero Decroly y mi profesora fue Cielo Duque, ella era como los buenos docentes: esencialmente preocupada para el desarrollo y no por el aprendizaje. Era tranquila y amorosa. Entrar al Moderno no fue fácil, pero el apoyo de Cielito fue fundamental. Me faltaba independencia, pero afortunadamente el Moderno me la dio.
Recuerdo con cariño la Disciplina de Confianza de don Agustín, las excursiones, las clases de don Guillermo Quiroga, los diálogos semanales con el Prof. Bein y la libertad que teníamos para controvertir y para movilizarnos dentro y fuera del colegio.
LC: ¿Qué profesor marcó su vida? ¿Por qué?
JDZS: Especialmente dos: El Prof. Bein porque era un hombre especialmente culto y porque combinada de muy buena manera el rigor con la libertad, algo que no siempre sabe hacerse. Y don Guillermo Quiroga, porque introducía la reflexión crítica sobre la historia y la realidad nacional, algo muy poco común en esa época en las Ciencias Sociales, atiborradas de nombres de presidentes y accidentes. Ambos marcaron mi vida y sin duda tienen mucho que ver con que yo haya dedicado mi vida a transformar la educación.
Don Guillermo era de esos extraordinarios profesores que enseñan a pensar, reflexionar y analizar los problemas sociales. Con él las clases consistían en debatir acerca de la realidad social, económica y política del país. En las clases se abordaban temas muy pertinentes y se utilizaba el debate y el diálogo como didáctica. Las clases continuaban en el descanso y aun creo que no terminan. Toda mi vida he sido un apasionado por el debate argumentado de ideas. Y mis dos maestros principales fueron Don Guillermo Quiroga y el Prof. Bein.
LC: ¿En qué materia era bueno?
JDZS: Muy bueno en Sociales, Religión y Educación Física y regular en manualidades y Matemáticas. Desde pequeño me aficioné por debatir ideas, leer y tocar guitarra. También por el deporte y por el teatro, que eran dos cosas que se promovían mucho en el Moderno. Escribimos y montamos obras de teatro y practicábamos siempre algún deporte.
El amor a los deportes se lo debo al colegio. Siempre he practicado alguno. Durante varios años practiqué salto triple. Me encantaba y según me decía el profesor, al parecer lo hacía bastante bien. También jugué fútbol, voleibol y corrí distancias cortas a velocidad. Toda la vida he conservado el deporte que surgió de niño en el Moderno bajo la orientación del profesor Martinelli. Las clases de Educación Física, donde extrañamente se permitía una dosis de autoritarismo, me daban un poco de miedo. Pero como era buen deportista, en el colegio se respiraba libertad y autonomía.
Varias veces escribí algo en El Aguilucho. Me gané un concurso de cuento. Nunca hice parte del equipo directivo, pero me gustaba colaborar con algún poema, cuento o reflexión. Recuerdo que escribí sobre el festival de Woodstock de 1969. Lo titulé “Tres días de paz, música y amor”. También sobre la guerra de Vietnam. El Moderno que conocí impulsaba la lectura. Seguramente hoy también, ya que he visto a los egresados leyendo mucho y bien.
No tengo disposición para la música. Aun así, a punta de esfuerzo toqué la guitarra. Incluso llegamos a ganar las murgas del Colegio San Viator en compañía de mi hermano Andrés y de un gran amigo y compañero de curso: Manuel Ignacio Díaz. Ellos dos eran muy buenos músicos, yo me esforzaba, pero no les daba el nivel. Gracias a ellos, las ganamos cuando estábamos en el grado noveno. Pero en la banda nunca estuve.
LC: ¿Tenía algún apodo?
JDZS: Me decían “bruja”, seguramente por la nariz prolongada. Sin duda, había bullying. Hoy me da tristeza pensar que a quien más molestábamos era a todos los que tuvieran algún ademán femenino. Los molestábamos todo el día y a toda hora, especialmente a los que eran de otros cursos. También creo que molestábamos excesivamente a algunos docentes, aunque con otros, como los de Sociales o Religión, el diálogo era muy fluido y la confianza muy alta.
LC: ¿Alguna pilatuna?
JDZS: Hicimos una obra de teatro muy crítica y muy polémica en el Grado Décimo. El profesor de Religión nos apoyó y la presentábamos en el Seminario Mayor, pero nos generó mucha tensión con el Prof. Bein y algunos padres de familia. Era una obra que criticaba el sistema educativo y el exceso de preocupación de los sacerdotes por lo material. La escribimos Jorge Enrique Botero y yo, y la actuamos con unos diez compañeros de curso. Aún creo que posiblemente nosotros teníamos la razón, porque un joven tiene que ser rebelde y esperanzador. Esas son, desde mi punto de vista, las dos características esenciales de la juventud. Bien orientadas, pueden llegar a cambiar el mundo. Mal orientadas producen desastres. De allí la necesidad de en la juventud contar con buenos docentes y con padres y madres con quienes hablar.
También recuerdo los múltiples diálogos que tuve con el Prof. Bein, especialmente uno. Él me preguntó que si tenía alguna propuesta para mejorar el Moderno. Yo le propuse que suprimieran las calificaciones, ya que ellas desviaban la educación de su fin esencial. Él me respondió que cuando fuera grande, me daría cuenta que eso no era posible. Ahora que soy grande, veo que si es posible. En el colegio que fundamos (el Merani), eliminé las calificaciones para siete grados y las reemplacé por pruebas que evalúan el nivel de desarrollo del pensamiento, de la lectura crítica y de la autonomía.
LC: ¿Cuál fue la excursión que recuerda con más emoción? ¿Por qué?
JDZS: Todas. Si tuviera que elegir una, la que hicimos en el Grado Décimo al Parque Nacional Tayrona, dado que implicaba dormir en carpa con torrenciales aguaceros y eso generó tensiones, pero también fortaleció la cohesión del grupo. Hoy, 44 años después, mantenemos una reunión mensual. Es difícil cumplir, pero todos sabemos que, si tenemos el tiempo, asistiremos a la reunión a almorzar el último jueves de cada mes.
Fue una excursión de 7 días a la Sierra Nevada. Me impresionó que lloviera todos los días y a diversas horas. Seguramente era la época, pero es una región con clima lluvioso. Eso nos obligó a permanecer un buen tiempo adentro de las carpas, hasta que desistimos y tuvimos que salir a mojarnos, algo que le encanta a todos los jóvenes. Preparamos la comida durante todos los días, algo que la mayoría no sabía hacer. La humedad era muy alta y metidos en carpas, eso se volvía insoportable.
LC: Para Ud., ¿Qué es el Espíritu Gimnasiano?
JDZS: El Espíritu Gimnasiano está profundamente impactado por las ideas de don Agustín Nieto Caballero: Al colegio debemos ir a formarnos y no a instruirnos. Por tanto, se requiere una educación más integral y más centrada en la formación. Un niño y joven maduro así, suele ser más demócrata, más respetuoso de las diferencias y menos centrado en sí mismo. En mi época había una distinción al bello carácter. Espero que hoy continúe, porque están equivocados los docentes que siguen creyendo que a los colegios deben ir los niños para aprender cosas y sigue teniendo la razón don Agustín cuando concluía que la finalidad de la educación debe ser la formación de un mejor ciudadano y el brindarles a los estudiantes herramientas para la vida.
Por esto los gimnasianos suelen ser liberales demócratas con espíritu de grupo. Eso es algo poco común en un país que cree que “no hay que dar papaya” y que, si ellos lo permiten, hay que aprovecharse de los demás. En un país envenenado por odio y desconfianza, un gimnasiano suele estar más asociado a un librepensador que respeta en mayor medida las diferencias de opiniones, criterios y religiones.
LC: Usted como docente, ¿Cómo ve la educación que recibió como estudiante y ahora como adulto?
JDZS: La educación que recibí fue muy adelantada para la época y mucho más integral, reflexiva y crítica que la que hoy recibe la mayoría de muchachos en el país. Fue una educación que enfatizaba la formación del criterio propio y se nutría de la reflexión, el trabajo en grupos y el debate. Fue más integral porque involucraba excursiones, debates, artes y alto nivel en Educación Física. Fue más liberal porque respetaba la libertad de cultos. Todavía hoy, sigo en deuda con mis maestros y con el Gimnasio Moderno.
LC: ¿Cree que su paso por el Moderno definió su vida?
JDZS: Sin duda. El Moderno me enseñó que era posible una educación no centrada en la transmisión de información, sino en el desarrollo. El Moderno me enseñó que era posible crear una escuela no tradicional. He dedicado mi vida a transformar la educación. Al hacerlo, valoro muchísimo el trabajo de los fundadores del Gimnasio Moderno, porque cambiar la escuela tradicional es mucho más difícil de lo que cree la gente y por una razón muy sencilla: Cambiar la educación es cambiar la cambiar la cultura, y hacerlo, es cambiar las maneras pensar, sentir y actuar. Lo cual es muchísimo más complejo de lo que se cree.
LC: Para terminar ¿Qué consejo le daría a los gimnasianos de hoy en día?
JDZS: Que lo más importante para alcanzar la felicidad son los amigos y el trabajar muy duro para alcanzar los sueños; y que este país sigue siendo muy desigual e intolerante. Mientras no superemos los gravísimos problemas de inequidad y de intolerancia, no seremos capaces de construir la paz. Por tanto, todavía estamos muy lejos de lograrlo.